viernes, abril 26, 2024
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Blasfemias, cruces y clítoris

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He recibido muchas presiones para denunciar a los alumnos en comisaría. La frase es del rector de la Complutense, Carlos Berzosa. La fecha, hace unas horas. Cuando parecía que amenazas, delaciones y policía habían desaparecido de la Universidad, vuelven, religión en boga, a destapar avatares nacionales sin resolver. El detonante fue la performance de las universitarias en la capilla de Somosaguas. En las imágenes, subidas por ellas mismas a la red, se pasean en fila del césped al altar. Alegres y despreocupadas, una vez dentro, arranca la fiesta o agresión profana (según quién mire) frente al fraile y una chica que reza. El arzobispo auxiliar de Madrid denunció la blasfemia de proclamas contra el “poder patriarcal”, la sustitución de rosarios por juguetes eróticos y la lectura de frases de religiosos ofensivas contra la mujer. Pablo Iglesias, profesor de Políticas y defensor del laicismo, asegura – como la mayoría  de docentes – que fue una insensatez. “No por la acción, que produce simpatía. Estas muchachas no tuvieron en cuenta que la performance no violenta tenía consecuencias legales, no midieron que puede ser delito”. Y en el defecto estaba la virtud. “La insensatez de la acción demuestra lo inconscientes que eran. Aunque plantea un buen debate: ¿por qué hay capillas?”.

No es mayo de 1968, sino marzo de 2011. Y no estamos en París, sino en Madrid. Cruces y clítoris. Topless o capillas. Las andanadas a raíz de la polémica van dirigidas contra el rector Berzosa con motivo del periodo electoral abierto en la Complutense. Y de la política a los tribunales con la denuncia de Manos Limpias. El pseudosindicato más eficaz en estos tiempos, no denunció a los jóvenes por herir los sentimientos religiosos de quien estaba dentro, sino a las asociaciones universitarias que organizaron el acto. Su fundamento jurídico son recortes de prensa. Las consecuencias policiales, exageradas. Una decena de agentes fue a detener a sus casas a cuatro jóvenes de entre 20 y 27 años. El fraile, compañero de Políticas, pudo haberlos identificado.

El arzobispado no ha denunciado los hechos, según algunos catedráticos, conscientes de que aumentar la tensión y hablar del asunto sólo les perjudicaría. Esperanza Aguirre escribió en Twitter, ¿Qué habría pasado si los incidentes hubiesen sucedido en la mezquita de la M-30? Pero la pregunta no se ajusta a los hechos. ¿Qué pasaría si los estudiantes piden mezquitas, templos budistas, sinagogas…? En España el Estado, que no es laico sino aconfesional, está obligado a ayudar a todos los credos reconocidos. ¿Laicismo o religión? Si se opta por lo segundo, ¿Financiamos todos los credos con el presupuesto público universitario?

El rector debió enfrentarse a los hechos. U olerlos. Berzosa, acusado de laicista radical, evitó cerrar la capilla dos veces. “Al llegar tuve muchas dificultades, entre ellas el conflicto anti Bolonia, y el cierre iba a provocar tensiones”. La Junta de facultad de Psicología pidió quitarla a cambio de poner una Unidad de Psicología Clínica. Y al mismo trueque debe la capilla su existencia: la facultad aceptó abrirla a cambio de unos laboratorios. “En principio iba a ser ecuménica, un lugar de oración que acogiera todas las sensibilidades religiosas, luego no fue así”, aclara.

Las consecuencias se concretarán el proceso judicial con siete estudiantes implicados a la espera de declarar ante el juez. ¿Qué podría pasar? Para los abogados caben varias posibilidades: Que se archive, lo cual descartan; la más grave, que les imputen delitos contra la libertad religiosa. Diferentes estudios y abogados lo ven poco probable, no se ha aplicado en los últimos veinticinco años y no hay más precedentes que algún borracho que escupe u orina y se salda con una multa. Esta última opción es la más probable, una sanción económica que podría oscilar entre los cinco y siete mil euros. La defensa, fiscalía y el juez se enfrentan a unos hechos y delitos que no se habían dado antes. Es la primera vez que un grupo entra en una Iglesia a leer un manifiesto. Según un abogado de los detenidos, “siempre que hay colisiones de derechos es farragoso. Si añadimos que atentar contra los sentimientos religiosos está mal definido jurídicamente, los jóvenes se enfrentan a un caso en el que la discrecionalidad de las partes será clave, con penas que pueden ir desde la multa a los seis años de cárcel.

En estos momentos suena el móvil. “Tetas si, capillas no. El viernes a las 18.00 en la UCM (…) Pásalo”, mensaje difundido en el grupo de Facebook «Sin tetas no hay capillas». Hace una semana la convocatoria era del arzobispo auxiliar de Madrid, llamando a una misa de desagravio. Es decir, el debate está abierto. Al movimiento universitario laicista no le favorece el Código Penal, aunque  ante el enfado de la comunidad religiosa llevan al pie de la letra aquella frase que nos dejó, cómo no citarla, la gran Liz Taylor, el humor es la única manera de mantenerse vivo.

Pilar Velasco

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