viernes, abril 26, 2024
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Aquí no se pringa nadie

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Mi abuela era una mujer poco leída, pero muy sensata y sobretodo muy refranera. Decía que no se puede amasar sin pringarse las manos. Y tenía muchísima razón. Aquí y ahora tenemos varios problemas sin resolver y nadie se quiere pringar proponiéndonos soluciones. La tragedia de Fukushima nos ha traído el obligado debate sobre la energía nuclear y los partidos mayoritarios  se han vuelto a esconder tras el biombo de la falta de compromiso con el futuro de España.

La señora de Cospedal, a la que hay que escuchar varias veces para entender con claridad lo que nos quiere decir, ha manifestado que “lo de las centrales nucleares hay que dejarlo en manos de los técnicos”. Pues muy bien. Si anduviéramos por el mismo camino en otros paisajes peligrosos habría que dejar el futuro de los hospitales en manos de los médicos, la estrategia educativa a los profesores de instituto o los planes de desarrollo agrarios a los braceros que varean el olivar. Viviríamos entonces en una especie de estado corporativo en el que sobrarían los políticos y el sistema de representación democrática. Ya dejamos la justicia al gremio de los jueces y así nos va – y les aseguro que no tengo la menor intención de resucitar la vieja polémica sobre la representatividad de los magistrados impulsada en su día por don Alfonso Guerra – .

Tampoco los socialistas andan finos en esta discusión. La Ministra de Medio Ambiente doña Rosa Aguilar dice “que no vivimos los mejores días para debatir cuál será el destino de nuestras centrales nucleares”.  Escuchando el mensaje de la señora Aguilar, todos nos preguntamos: ¿cuándo llegará el mejor momento para hacerlo? ¿Será cuándo nos sorprenda el crudo invierno y necesitemos calor limpio y barato o en pleno verano a cuarenta grados a la sombra y enchufemos millones de aparatos de aire acondicionado para dormir plácidamente? ¿Hablaremos de todo ello cuando el litro de combustible alcance los tres euros y tengamos que dejar el coche en casa? ¿Será una rosa, será un clavel?, el mes de Mayo te lo diré. No saben, no contestan.

Tercian en algunas comunidades con aquello de las energías alternativas: los molinillos de aire, los cultivos para biocombustibles o las pantallas solares. Todos aplaudimos. Pero como nuestras regiones no son islas situadas en mitad del mar y están comunicadas entre ellas y dependen unas de otras para su despliegue económico y humano, habrá que buscar soluciones más baratas para mover los transportes públicos comunes que pasen por allí, la maquinaria de sus industrias más o menos grandes y alimentar las gasolineras para los millones de turismos que circulan libremente por todo el estado y que no se mueven con crudo de alcachofa o con paneles solares atornillados a la carrocería.

Todos, seguramente, hemos ideado alternativas para resolver un problema gravísimo del que depende el futuro de España y por lo tanto, o convocamos una consulta popular – como se hizo en Italia en 1987, prescindiéndose desde entonces de las centrales nucleares que se cerraron en 1990 – o nuestros partidos políticos nos explican bien en sus programas electorales, negro sobre blanco y con mayúsculas, lo que piensan hacer. Votamos todos, técnicos o no, y que se obre en consecuencia. El único problema que queda, como diría hoy mi abuela, es que por lo visto y oído aquí no se pringa nadie.

 

Fernando González

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