viernes, abril 26, 2024
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La familia de la Cámara

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Una congresista se llevó el sábado un tiro en la cabeza — y 434 colegas suyos se asomaron al abismo.

El miércoles, los reprendidos legisladores volvían al Capitolio prometiendo cambiar sus hostiles costumbres.


No hubo prácticamente búsqueda de culpables aparte del demente acusado de asesinar a seis personas y herir a 14, incluyendo al objetivo del homicida, la Demócrata de Arizona Gabby Giffords. Pero tampoco hubo discrepancias en que incluso si esta tragedia no está directamente vinculada al discurso político, las acaloradas palabras de los líderes están poniendo en peligro la salud de la República — y la vida de sus legisladores. Su dolor era agravado por el papel de Giffords como legisladora centrista que trabajaba para superar el enfrentamiento partidista.


Y por eso, una fecha originalmente esperada para ver un feroz enfrentamiento en torno a la suspensión de la reforma sanitaria terminó siendo el día más edificante vivido en el Congreso por lo menos desde los atentados del 11 de septiembre. Haciendo pausas solamente para el servicio religioso, los congresistas pasaron ocho horas intercambiando promesas de hacer las cosas mejor.


El Congresista Trent Franks, el Republicano de Arizona que no hace mucho declaraba al Presidente Obama «enemigo de la humanidad», decía que el tiroteo «para mí es un recordatorio… de lo importante que es en realidad que cada uno de nosotros aprovechemos todo momento para tener palabras de aprecio entre nosotros mientras todavía podamos».


El Congresista Dana Rohrabacher, R-Calif., entre los pirómanos del legislativo, decía decidir que «tenemos que respetar el hecho de que la gente en el otro bando de las cuestiones importantes es igual de inteligente que nosotros e igual de moral que nosotros».


Aunque la víctima era de su lado del hemiciclo, los Demócratas no hicieron ninguna tentativa de explotar el suceso, prometiendo en su lugar, en palabras del coordinador de la oposición Steny Hoyer, «reflejar nuestra responsabilidad de templar nuestras palabras y respetar a los que opinan de forma diferente, por si no hacerlo incita al más indignado y más inestable de entre nosotros».


De no haber sido provocado por la tragedia, el comportamiento de los Representantes parecería simplemente cursi. Hablaban entre sí como familia, como hermanos y hermanas. Cruzaron filas a lo largo de la jornada para elogiar el tributo del otro. Por una vez, todos menos unos cuantos se guardaron las BlackBerry en sus bolsillos y escucharon los discursos. Algunos lloraron.


Por casualidad, lo mejor y lo peor de la política estadounidense se manifestaba la mañana del miércoles. La cara desagradable surgía unas cuantas horas antes del debate en forma de comentario en Facebook de Sarah Palin. En lugar de rebajar sus propios excesos (en este caso, el mapa poniendo miras sobre los distritos electorales de Giffords entre otros con instrucciones adjuntas de «RECARGAR») Palin defendía sus acciones y añadía más leña al debate acusando a sus detractores de «libelo de sangre» — una referencia a siglos de antisemitismo.


Afortunadamente, los legisladores no cayeron en las provocaciones de Palin. El presidente de la Cámara John Boehner, que se distinguió en su respuesta original al tiroteo — «un ataque contra alguien que forma parte de la administración es un ataque contra todos los que formamos parte de la administración» — comenzaba la sesión del miércoles con una advertencia de que «nos reunimos aquí sin distinciones de partido».


No se sabe cuánto tiempo durará la nueva tónica, si es que dura. Pero por un momento, al menos, los legisladores se enfrentaron a su propia mortalidad tras ver caer a uno de los suyos a causa de un homicida armado. «La violencia ha entrado en nuestra Cámara y herido a uno de los nuestros», decía el Congresista John Carter, R-Texas, instando a sus colegas a «cerrar filas».


Algunos de los partidistas más acérrimos se unían con delicadas reminiscencias.


El Congresista Randy Neugebauer, R-Texas, el caballero que gritó «asesino de bebés» en el pleno de la Cámara durante el debate de la reforma sanitaria, lamentaba que «en ocasiones demos por sentado a nuestros amigos».


«Si hay una legisladora más tranquila, más templada y más inocente en la Cámara, no la conozco», decía el Congresista Jeb Hensarling, R-Texas. «Esta Cámara no está completa sin la sonrisa de ella».


Los Demócratas devolvieron el gesto. «Nuestro encuentro», decía el Congresista de izquierdas Dennis Kucinich, D-Ohio, «refleja la verdad de la primera consigna de América, que está sobre esta Cámara, e pluribus unum – de muchos, uno».


Entre los homenajes más emotivos estaba el de la Congresista Carolyn McCarthy, D-N.Y., cuyo marido fue abatido por un homicida armado en 1993. «Gabby estaría muy orgullosa de esta Cámara hoy», dijo. «Es una pena que una tragedia nos tenga que unir a todos… Pero esto es lo que tenemos que aprender como nación, podemos discrepar, pero tenemos que trabajar juntos. Eso es lo que quiere Gabby».

Dana Milbank

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