viernes, abril 26, 2024
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El mayor temor de Obama

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El escalofrío es comprensible. Cuando David Cameron, el nuevo primer ministro conservador de Gran Bretaña, se reunió con Barack Obama esta semana, el presidente se encontraba también con su peor pesadilla política. Si Cameron triunfa, va a hacer algo más que salvar a su antigua isla de la suerte económica de Grecia – ofrecerá un modelo de victoria Republicana en las presidenciales estadounidenses de 2012.

En su pasión por la disciplina fiscal, Cameron recuerda a la nueva hornada de gobernadores Republicanos para los que el arte de la administración pública empieza por la austeridad en las cuentas. Es un Mitch Daniels más alto, un Chris Christie más esbelto. Durante el pasado ejercicio fiscal, el déficit de Gran Bretaña como porcentaje de la economía fue superior al registrado por Grecia. La reunión presupuestaria de urgencia convocada el 22 de junio por Cameron propuso la reducción más acusada y sostenida del gasto público británico desde la Segunda Guerra Mundial. Los programas de sanidad y ayuda exterior se salvan de los recortes. Pero los demás ministerios verán una media de recortes del 25 por ciento durante los próximos cinco años.

Los inversores en deuda y las agencias de riesgo han respondido positivamente a la austeridad presupuestaria de Cameron. Cuando los recortes entren en escena, otras respuestas podrían incluir huelgas, manifestaciones y disturbios.

Una estrategia arriesgada en un país en el que «socialismo» no es un epíteto, sino el compromiso fundacional de una de las principales formaciones políticas. Pero la austeridad de Cameron tiene la virtud de la responsabilidad económica. Es fácil cuadrar un déficit presupuestario con importantes impuestos nuevos – pero también es enormemente destructivo para el crecimiento económico. Así que Cameron ha propuesto cerca de 4 libras de reducción del gasto público por cada libra de subida tributaria. Un estudio reciente sobre 44 importantes ajustes fiscales realizados en economías desarrolladas desde 1975 concluye que una subida de un punto porcentual de los impuestos como porcentaje del PIB recorta el crecimiento económico anual una media de 0,9 puntos porcentuales. Reducir el gasto público un punto porcentual, por el contrario, eleva el crecimiento medio anual 0,6 puntos porcentuales.

Si el enfoque de Cameron funciona – reduciendo dramáticamente el déficit sin atascar el crecimiento económico – será un ejemplo evidente y contundente para América entre otras naciones.

Pero el progreso de Cameron ofrece dos lecciones más que algunos Republicanos pueden estar menos dispuestos a reconocer.

En primer lugar, las medidas de austeridad de Cameron han tenido éxito (hasta la fecha) en el contexto de un gobierno de coalición con los Demócratas Liberales – la centrista tercera formación de Gran Bretaña. Esta alianza de centro ha hecho al gobierno de Cameron menos dependiente de los apoyos de los márgenes de cualquiera de las formaciones, dando lugar a una tregua en cuestiones divisorias como inmigración o integración europea. La alianza de Cameron sigue fuerte en las esferas políticas más altas. Será puesta a prueba a medida que los activistas de los dos socios de coalición se arrebaten votos mutuamente en las elecciones locales del año próximo y el referéndum de la reforma electoral.

Un gobierno de coalición formal no es una opción en América, que carece de tercera formación viable deseosa de llegar al poder. Pero las reducciones grandes y políticamente arriesgadas del gasto exigirán el reparto de la responsabilidad y la culpa más allá de un solo partido. Algún tipo de alianza de centro-derecha entre Demócratas fiscalmente conservadores y Republicanos – una coalición de cómplices – será imprescindible a la hora de actuar con valentía y marginar a los partidistas.

En segundo lugar, Cameron deja claro que la austeridad no es mensaje suficiente por sí solo para un partido político. Él llama «deber» a la reducción del déficit. Se refiere a su agenda social – la «Big Society» – como «su pasión». Cameron ha acompañado sus presupuestos de emergencia de una batería de medidas diseñadas para fomentar el voluntariado, dar competencias a las comunidades locales, crear escuelas concertadas, acometer la reforma del bienestar y financiar la labor de organizaciones benéficas privadas. El problema que revisten las políticas centralizadas orientadas por la administración, dice, no es sólo su coste. Ellas «han convertido a individuos capaces y preparados en receptores pasivos de la ayuda del estado». La alternativa es «la re-imaginación integral del papel de la administración, así como de su tamaño».

Cameron concibe un tipo radical de descentralización, no sólo a nivel local sino entre comunidades y particulares. El gobierno, en su opinión, desempeña un importante papel en la construcción del Big Society, pero es sobre todo un catalizador – proporcionando recursos y autoridad a las instituciones comunitarias.

Los críticos del Partido Laborista acusan a Cameron de «intentar dignificar cínicamente su programa de recortes». Pero Cameron lleva hablando de estas cuestiones desde mucho antes de la crisis financiera actual. El Big Society no es políticamente cínico, sino políticamente inteligente.

A Obama no le faltan razones para temer el ascenso del Republicanismo de corte Cameron. Pero los conservadores estadounidenses que respetan el valor presupuestario de Cameron deben prestar atención también a sus ideas políticas. Una agenda de austeridad próspera depende de la consolidación de una coalición ideológica – y exige un programa nacional más inspirador que la administración responsable de las cuentas públicas.

Michael Gerson

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