viernes, abril 26, 2024
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El modelo financiero parroquial

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Cuando los curas cobran dietas por ir a misa uno se preocupa por la salud de nuestro sistema financiero. No es un razonamiento imposible, es, lamentablemente, un hecho real. Al cúmulo infinito de despropósitos con que cuenta en su haber la Iglesia católica en los últimos años, este pequeño detalle de la miseria moral de algunos prebostes de la jerarquía –los amigos gestores de Cajasur- y sus tinglados económico financieros pone en evidencia, ahora que hay que decidir dónde ponemos la crucecita en la declaración de la renta, el alcance fatal del negocio de las almas y de la resurrección y la vida eterna.

Sabemos por múltiples declaraciones, cuya fiabilidad ha constatado El Vaticano, cómo se las gastaba el amigo Maciel, pastor de corderos descarriados, esencialmente lechales, y qué complejo económico financiero construyó al compás de una intensa vida de perversiones sexuales. Aún prevalece entre nosotros con notoria naturalidad ese genuino identificador de secta que es la marca Legionarios de Cristo, conocido motor ideológico de las andanzas de nuestra madrileña comunidad autónoma, esa que preside con amor patriótico y con austero voto de humildad la lideresa que es pobre de pedir, según nos cuentan los cronistas parlamentarios del Foro.

Sabemos, también cómo abunda el patrimonio exento de impuestos que posee la primera confesión religiosa de España; cómo invierten sus dineros y cómo prosperan sus intereses. Sabemos, además, que dedican una pequeña y misericordiosa parte de sus nutridas ganancias a satisfacer las necesidades de los más pobres -ignoramos si entre ellos se encuentra la Sra. Aguirre, la ya mencionada lideresa de los madrileños-y que con esa minúscula inversión pretenden justificar las impropias cuantías que reciben de un Estado aconfesional, laico, constitucionalmente neutral en asuntos religiosos pero sometido por inexplicable costumbre a los deseos de quienes convocan desde los púlpitos insistentes campañas políticas contra los proyectos legislativos del Gobierno y contra las leyes que aprueban las Cortes españolas.

Por eso, insisto, cuando los curas de Cajasur cobran dietas de la entidad por ir a los actos de sus congregaciones, uno sospecha que algo funciona mal, efectivamente, en nuestro sistema financiero, entre sus gestores y con aquellos que apadrinan ideológicamente a los clérigos de rostro petreo. Y si sólo hubiera sido eso, pues todavía, pero es que, además, la gestión era la que era, según las decisiones recientemente tomadas por el otras veces poco sospechoso Fernández Ordóñez.

Pero no pasa nada. En esto, los adalides de la denuncia a Zapatero permanecerán mudos, quien sabe si por si hay un acaso después del óbito y, por tanto, por no enemistarse con el Altísimo; por si no lo hay y conviene llevarse bien con tan influyente corporación parroquial o, quizá, porque como esto no suma improperios a la agenda de clamores diversos contra el Gobierno, no interesa ser destacado por los influyentes palmeros mediáticos, tan audaces en otras ocasiones, contra otras personas y sobre otros intereses.

Algo falla, pues, en nuestro sistema financiero. El Fondo Monetario Internacional nos anuncia cómo debemos organizar nuestro país, nuestra política laboral y cómo sería de buena la convergencia europea en una estrategia de disminución de los derechos sociales y laborales como segundo pilar de la construcción de la Unión tras el atacado euro.

Pensar que si la Iglesia reparte bulas a sus propios prelados para mangonear sin sonrojo, cómo no van a decirnos los promotores directos o indirectos de la crisis financiera cómo tenemos que envainarnos las conquistas sociales de los trabajadores para responder a sus desmanes de casino.

Que Dios nos coja confesados.

Rafael García Rico

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