Ahora resulta que Europa sirve de disculpa. La vicepresidenta del Gobierno aseguró ayer que la aceleración de la reducción del déficit (un 0,5% adicional en este ejercicio y un punto complementario en el 2011) no es sino un gesto de España para ayudar a la estabilidad del euro, como si fuese una generosidad de nuestro país, complementaría las medidas urgentes para establecer un mecanismo financiero europeo para proteger la moneda. Sin embargo, Europa no es una disculpa válida, sino una realidad de la que somos responsables y que nos exige que hagamos con urgencia unos deberes que el Gobierno, sorprendentemente, ha venido demorando.
Demorando y, pasmosamente, justificando. Recuérdese que el acuerdo sobre la reestructuración de las cajas de ahorro es de la semana pasada y que, en ese preciso instante, el presidente del Gobierno explicó que Mariano Rajoy se equivocaba en el calendario de la reducción del déficit, que él quería acelerar, y que todos, mercados y socios europeos, sabían que se estaban cumpliendo los planes y que eso era lo conveniente y adecuado. Poco antes se había permitido el lujo de presentarse como un político entregado a su causa hasta el punto de asegurar en público que, relegando la parte más importante de la reducción del déficit a los años 2012 y 2013, demostraba que anteponía los intereses de España a sus perspectivas electorales.
En realidad, como se vio ayer, las previsiones del Gobierno tienen menos credibilidad que la que el propio Ejecutivo quiere quitar a las agencias de calificación de la deuda. Y, además, demuestra que es el miedo escénico -el miedo a enfrentarse a la realidad- el que paraliza las medidas que son urgentes y necesarias hasta que sus socios europeos le obligan a tomar el rumbo que debía haber sido tomado por estrictas razones de sentido común. Alegrémonos, de todos modos, de que Europa, presentada cínicamente como disculpa, sea una obligación de la que no podemos escaparnos.
Germán Yanke