jueves, abril 25, 2024
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La nueva generación del terrorismo

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Esta vez fueron un par de vendedores ambulantes, que se percataron de un todoterreno con el motor en marcha y los intermitentes dados y alertaron a la Policía antes de que el coche-bomba improvisado detonara. El día de Navidad fue un pasajero el que abordó a un suicida que llevaba un artefacto explosivo en su ropa interior.

El Gobierno federal está gastando miles de millones de dólares y librando dos guerras para mantener a raya a los enemigos terroristas. Pero cuando se trata de detener a los terroristas que consiguen superar la seguridad, los héroes resultan ser ciudadanos de a pie que siguen el consejo: «Si ve algo, diga algo».

Los funcionarios del Gobierno, para variar, actúan de manera tan fría como cualquiera. En lugar de cundir el pánico nacional y una «guerra global contra el terrorismo», como sucedió después del 11 de septiembre del 2001, el presidente Obama adoptó un enfoque más comedido el martes: «No vamos a dejarnos aterrorizar. No dejaremos que nos domine el miedo. No seremos intimidados». El alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, también lo entendió cuando insistió: «No vamos a tolerar ningún prejuicio ni represalia contra ningún musulmán de Pakistán o Nueva York».

El atentado frustrado de Times Square es una muestra del futuro, dicen los expertos antiterroristas estadounidenses: «Ha sido un complot improvisado por una nueva generación de terroristas, frustrado por una combinación de vigilancia tecnológica y ciudadanos vigilantes. Éste es el mundo en el que viviremos durante años, y sólo cabe esperar que haya otros americanos tan sensatos como los vendedores de Nueva York.

Los analistas del Centro Nacional de Contraterrorismo vienen advirtiendo desde hace varios años que la amenaza terrorista está cambiando, en parte gracias al éxito estadounidense a la hora de descabezar a la cúpula de Al Qaeda. Esta organización tenía un sistema estricto de mando y un riguroso proceso de selección y operaciones. La nueva generación es más flexible y descuidada, y sus operaciones son más descentralizadas y menos peligrosas. Pero los terroristas también son difíciles de encontrar y sus planes más fáciles de copiar.

«Hay una especie de atomización en marcha», explicaba el martes un funcionario del contraterrorismo estadounidense. «El viejo modelo de mando y centralizado ya no se ajusta a la realidad. Hay ramas que trabajan de forma independiente de Al Qaeda en Pakistán, y esas ramas han demostrado su capacidad de llevar a cabo operaciones muy eficaces y letales en sus propios países y regiones. En algunos casos, sin embargo, han sido muchísimo menos eficaces cuando van mucho más allá de sus dominios».

La trama de Times Square fue propia de aficionados: Shahzad Faisal, el presunto terrorista, utilizó petardos M-88 para tratar de detonar su mezcla de tanques de propano, gasolina y fertilizantes. Utilizaba despertadores corrientes como temporizadores. Borró el número del bastidor del Nissan Pathfinder, pero se olvidó del número idéntico grabado en el motor.

El bajo nivel del aspirante a terrorista no debería tranquilizar. Los yihadistas aprenden de los errores de otros. Van a analizar cada error cometido en la operación de Times Square y todas las técnicas de las fuerzas del orden y la Inteligencia estadounidense que han tenido éxito.

El Departamento de Policía de la ciudad de Nueva York fue rápido desactivando el vehículo lleno de explosivos, haciendo honor a su reputación de una de las mejores fuerzas antiterroristas del mundo. Pero el miembro tecnológico de la Inteligencia funcionó bastante bien también en la identificación y detención de Shahzad antes de que pudiera huir del país. Esta vez el proceso deductivo funcionó: las autoridades de inmigración interrogaron a Shahzad y obtuvieron información detallada al volver de su último viaje a Pakistán; aunque utilizó un teléfono desechable, el FBI pudo relacionar ese número con la compra del Pathfinder: un análisis de patrones de las llamadas realizadas desde ese aparato y las ubicaciones les condujo al parecer hasta Shahzad. Después de que su nombre fuera añadido a la lista de exclusión el lunes, fue desembarcado de un vuelo a Dubai. Así es como se supone que funcionan las cosas, pero las cartas no siempre vienen tan dadas.

El énfasis se desplaza ahora a Pakistán, donde puede tener su origen la trama. La Inteligencia paquistaní ya ha detenido a algunos presuntos contactos de Shahzad allí, y un funcionario estadounidense me informaba el martes de que la CIA «está movilizando a todos sus contactos en el exterior».

Esta trama fue frustrada, pero Estados Unidos no tendrá siempre tanta suerte. Al Qaeda y sus filiales vienen empleándose a fondo para reclutar terroristas capaces de operar dentro de EEUU, y antes o después alguno tendrá éxito. La prueba de la capacidad de resistencia del país no se produce cuando un terrorista fracasa en el intento y la gente se felicita, sino cuando el explosivo estalla.

© 2010, The Washington Post Writers Group

David Ignatius

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