viernes, abril 26, 2024
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No hay luz al final del túnel

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Tras el encuentro en la Moncloa de los líderes de los dos grandes partidos, Rodríguez Zapatero (secretario general del PSOE y cada vez más inverosímil presidente del Gobierno) y Mariano Rajoy (el presidente del PP que trasmite, seguramente por consejo de algún asesor cercano, la imagen de encontrarse cómodo en la oposición), la decepción era ayer, a la caída de la tarde, generalizada en los círculos políticos y en los ambientes económicos. Frente a la tormenta de la crisis, que parece en vías de hacerse temible huracán, el cónclave ni siquiera había parido un ratón, por acudir a la vieja y conocida metáfora. En la Bolsa, los mercados acusaron la decepción con una nueva caída. En las comparecencias ante los medios informativos, significativamente por separado, los periodistas no conseguían encontrar alguna noticia seria que llevarse al bolígrafo.

Pero entonces ¿de que habían hablado estos señores, representantes de una amplia mayoría del electorado español? Bueno, sí, parece que están de acuerdo en reformar la Ley de Cajas, lo que es menos que muy poco, apenas un intento de hacer, de la necesidad, virtud. Pero nada que tenga que ver con las decisiones que reclama el visible agravamiento de la crisis. Y ambos asumen, como no podía ser de otra manera, la decisión de la Unión Europea de acudir al rescate de Grecia, algo muy conveniente cuando no es improbable que pronto haya que pedir a la UE que acuda también a otros rescates.

Pone el énfasis Rajoy en la necesidad de sanear, reestructurar y capitalizar el sistema, lo que difícilmente podrá objetarse, pero eso exige algo más que la reforma de la Ley de Cajas y una verdadera estrategia de política económica que de momento brilla por ausencia, visible como es la terca voluntad del Gobierno de dejar siempre para más adelante cualquier cosa que no sea absolutamente imprescindible hacer hoy. Está bien eso de “sanear el sistema, capitalizarlo y reestructurarlo”, pero tan razonables objetivos necesitan bastante más que unas cuantas frases de buenas intenciones. ¿Y que hay de momento? Muy poca cosa. Inconcretas voluntades, sin muchos visos de trasformarse en acto, de “profesionalizar” los órganos de gobierno de las cajas, y quizá la posibilidad de que los bancos puedan entrar en el capital de las cajas a través de cuotas de participación con derechos políticos.

Todo resulta bastante retórico y evanescente, y cabe dudar de que se cumpla ese acuerdo de tener, tan cerca como a finales del próximo junio, un mapa serio y consistente de reestructuración de las cajas. Y mucho más dudoso es que el Gobierno sea realmente permeable a las tres razonadas urgencias que Rajoy ha planteado a Rodríguez Zapatero. ¿Se reducirá el gasto público y, sobre todo, el déficit público para no seguir a Grecia por el despeñadero? De momento sobran razones para el escepticismo. ¿Se diseñará una reestructuración seria y consensuada del sistema financiero? Nada permite alimentar esperanzas al respecto. ¿Se acometerá una reforma modernizadora y seria del mercado laboral? Ver para creer.

Ha sido bien significativo que, tras el encuentro en la Moncloa, las comparecencias de Rajoy y Rodríguez Zapatero ante los medios informativos hayan sido por separado, pese a la aparente cordialidad y generosas sonrisas con que ambos se habían encontrado. Ni hay acuerdo, ni hay pacto, ni nada que se le parezca. Las cosas están, después del encuentro, igual que antes, esto es, peor que antes, porque el tiempo no pasa en balde sin tomar decisiones. No puede haber pacto porque el Gobierno de ninguna manera busca un pacto, sino sencillamente escenificar la apariencia de que dialoga con la oposición. Y como es visible la imposibilidad de hablar de pacto en términos serios, ya lo han acusado inmediatamente los mercados de valores, con recortes bien significativos.

El presidente del Gobierno, en su ya tradicional expresión vacía de buenas voluntades, dice esperar que el proceso de fusión de las diferentes cajas culmine racionalmente y sin traumas. ¡Qué menos! Y por una vez, aunque a saber si con ánimo de cumplir o incumplir, pone fecha de ejecución:  “Hemos acordado sumar los apoyos políticos e institucionales de tal manera que el 30 de junio podamos tener el mapa definitivo de la restructuración de las cajas de ahorros para mantener la solvencia de nuestro sistema financiero”. ¿Alguien apuesta imprudentemente a que se cumplirá ese plazo? De momento, la Bolsa expresaba ajustadamente la opinión de los mercados reiterando la línea de caída del día anterior.

No, no hay voluntad seria por parte del Gobierno de cambiar la desastrosa línea de política económica, o para ser más precisos, la ausencia de política económica. Es natural que los mercados muestren inquietud, incluso miedo, porque de ninguna manera puede descartarse la terrible posibilidad de que, víctima de la falta de voluntad de Rodríguez Zapatero para corregir la ausencia de verdadera política económica del Gobierno, España acabe por seguir la senda de Grecia. Al punto que se ha llegado, esto sólo podría resolverse con elecciones generales anticipadas, pero ya es evidente que Rodríguez Zapatero no está por la labor. Y se entiende, porque no va a convocar elecciones cuando son tan serios los indicios de perderlas. Así que, final del final, Rajoy ya lo sabe: o consigue forzar esa convocatoria o puede esperar sentado, porque Rodríguez Zapatero se ha encastillado en una actitud tan vieja como el refranero: “Llueve. Ya escampará”.

Carlos E. Rodríguez

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