sábado, abril 27, 2024
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Aníbal Barça y la Batalla de Cannas

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Cuentan los historiadores que Aníbal Barca decidió invadir la península itálica para dar el golpe definitivo a las tropas romanas. Emulando al gran general cartaginés, otro gran estratega, Pep Guardiola, atravesó la península -esta vez la ibérica- y llevó sus huestes hasta el sagrado Coliseo de la Castellana para doblegar al ejército blanco y conquistar definitivamente la Liga. La superioridad en combate solía ser tal que los cartagineses dieron Roma por conquistada antes incluso de llegar a Bilbilis.

Tras vencer en Tesino, Trasimeno y Trebia -Mallorca, Pamplona y Bilbao para el caso- Aníbal Barça, confiando su destino a Messi, el más aguerrido de sus mercenarios, se plantó en Roma, la capital del Imperio, para cambiar el rumbo de la historia, para destruir por siempre la hegemonía del rival. Alcanzó Roma, pero no llegó a entrar, pues vivía esos días obsesionado con Abulia, una tierra que Mourinho ‘el luso’ y Eto’o ‘el africano’ convirtieron en plaza fuerte.

Mediaba el mes de febrero cuando Aníbal ordenó establecer su campamento en las cercanías del río Manzanarus. Allí sucumbió ante una sufrida legión vestida de toga con tiras rojas y blancas. El golpe no minó sino que espoleó al gran cartaginés, que ideó nuevas y más destructivas estratagemas que imponer en el campo de combate.

Corría el año 216 a.C. y ante la presión de los ejércitos romanos dirigidos por el cónsul Terencio ‘Florentinus’ Varrón, se desató una durísima contienda. El choque entre ambas tropas tuvo lugar en los estertores de un fatídico día 10. El romano Pellegrinus estableció su ejército con la infantería en el centro, liderada por los gladiadores Xabius Alonsus y Fernandicus Gago, y flanqueada a ambos lados por la caballería, Ramus y Marcelus, que eran trotadores de renombre en el Imperio.

Aníbal Barça dio muestras de su excelente estrategia al colocar a su infantería en un infalible semicírculo central, comandado por los diestros Xavi y Busquet y apoyado por dos alas de infantes, siendo las de Alves ‘el negro’ y el africano Keita las espadas que más brillaron en combate. Ante las acometidas de la infantería romana, los cartagineses formaron una U que engulló literalmente a la legión. La caballería cartaginesa derrotó a la romana, y atacó a la infantería por la espalda y sin caer en fuera de juego. A medianoche había concluido la famosa Batalla de Cannas.

El balance de la contienda fue para los romanos verdaderamente desolador. Con el ánimo por los suelos, el más Cristiano de los ejércitos romanos decía adiós a cualquier conquista.

Pero aquello sólo fue una importante batalla. Los romanos, armándose de tesón y orgullo, y comandados por Cristiano Escipión, lograron frenar los apoyos al ejército cartaginés procedentes de Hispania, de La Masía, y derrotar a Aníbal Barça en Zama (202 a.C.). La victoria final cayó del lado de Roma.

Que nadie al otro lado de la Caesar Augusta desprecie la canalla lección de Cannas, pues la grandeza de Roma se forjó en años de adversidad, en mil y una batallas remontadas.

Armando Huerta

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