sábado, abril 27, 2024
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Atención primaria

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Al mismo tiempo que se abordan -siempre de manera superficial, leve, insustancial, torpona, necia…- otros temas menos importantes, en la paupérrima agenda de la política española se encuentra la reforma educativa. Los dos partidos que tiranizan nuestra democracia (?) están de acuerdo en la necesidad de cambiar el sistema de enseñanza escolar, incluso la universitaria.

Por una vez atinan a la hora de fijar el asunto. La educación es uno de los temas clave en cualquier Estado que quiera constituirse en Democrático y de Derecho. En cualquier caso, los dos partidos nacionales y los nacionalistas no quieren hacer una reforma profunda. Una vez más, al enfermo terminal que a veces parece España sólo se le aplican un par de cataplasmas y dos aspirinas infantiles. La reforma, tarde o temprano, consensuada o no, llegará, pero no nos hagamos muchas ilusiones: los grandes problemas -escasa o nula exigencia, poca o ninguna disciplina, contenidos misérrimos, dictadura psicopedagógica, promoción casi automática, etc.- seguirán ahí mientras no se dé un giro radical.

De esos problemas ya he hablado en este rincón más de una vez. Curiosamente, nuestros políticos suelen hablar de otras cosas, como si también en esto vivieran en un país diferente al de alumnos y profesores españoles. No sé qué tendrá el poder, pero hasta Ángel Gabilondo, un personaje preclaro cuando era rector de la Universidad Autónoma de Madrid, parece, como si le hubiesen contagiado algo sus compañeros de Gabinete, haber perdido el norte. El caso es que se continúa hablando de si la ESO debe durar más o menos, de la importancia de la aun así olvidada Formación Profesional, de asignaturas chorras como Educación para la Ciudadanía… pero nunca, ni por asomo, se hace una mínima alusión a los problemas esenciales.

Por ejemplo, el asunto de este artículo: la Educación Primaria, nunca sometida a debate por la clase dirigente, no funciona. Básicamente porque no es nada exigente ni rigurosa, tiene unos contenidos mínimos para que superen cursos con facilidad todos los alumnos -este concepto de uniformidad perjudica notablemente a los mejores alumnos, claro que mejor es una palabra prohibida en nuestro sistema educativo-, está completamente sometida a procesos psicopedagógicos que se fijan más en el cómo enseñar que en el qué, es en definitiva un mero trámite donde el niño apenas trabaja ni aprende.

Luego, cuando el chaval llega a Secundaria, a los 12 años, cuando se ha terminado el proceso formador de sinapsis cerebrales -los niños son auténticas esponjas hasta los 11- ya es demasiado tarde para enderezar el rumbo. Los alumnos, todos, son blandos, desconocen la importancia del esfuerzo, el mérito y la excelencia, aparte de casi todos los datos que formaban parte de la cultura general de, digamos, hace veinte años. El alumno no tiene la capacidad ni la motivación para trabajar ni aprender y, muchas veces, el camino se le hace, no sólo imposible, sino también insoportable.

La primera reforma educativa que debería abordarse es la de la Educación Primaria para convertirla en algo serio, sensato, exigente y que se amolde a las aptitudes de cada alumno para que todos puedan dar lo mejor de sí, para que deje de convertirse en un trámite más divertido que trabajoso y se transforme en auténtica enseñanza, donde se desarrollen todas las potencias cerebrales y el alumno aprenda a trabajar para sacar adelante su responsabilidad escolar. Si no se comienza por el principio, el resto de medidas que tomen nuestros prebostes serán simples fuegos de artificio, pura agua de borrajas. Claro que, ¿podemos esperar otra cosa de ellos? ¿Hasta cuándo seguiremos esperando?

Daniel Martín

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