Fue una final que se disputó en el Club Deportivo, un frontón cubierto en el que se jugaba pelota, entonces un deporte más popular en Bilbao que el baloncesto. El Real Madrid aplastó al Barcelona con Emiliano Rodríguez -una de las figuras más grandes que ha dado el baloncesto español- como máximo encestador de una final que por aquel tiempo le costó de prima al entonces vicepresidente del club blanco, Raimundo Saporta, una mariscada para el equipo y dos mil pesetas para cada jugador.
Desde entonces ha pasado casi medio siglo en el que el País Vasco volvió la espalda a todas las grandes competiciones españolas. Exactamente 49 años para que la capital bilbaína vuelva a acoger la fase final de la Copa del Rey de baloncesto a partir de hoy viernes y durante tres días de paréntesis en la Liga ACB.
La Copa, quizá la competición más democrática de nuestro deporte y de cuya organización tanto debería aprender el fútbol -aún no se sabe dónde y cuándo se va a disputar la final de Copa Atlético-Sevilla-, llega a Bilao como antesala de la visita que la selección española girará 21 años después al País Vasco para disputar en Vitoria, en el mes de agosto, el primer torneo preparatorio para el Mundial de Turquía.
El Barcelona se presenta en esta edición como gran candidato al título. Si se mantiene el guión de la Liga, nada debería alejarlo del triunfo en un torneo en el que las sorpresas suelen garantizar la emoción en cada choque, la recuperación de equipos con marcha irregular en la Liga, pinchazo de los favoritos y del gatillazo de los anfitriones.
Antonio Cubero