El término «maragallada» tiene un doble significado en Cataluña. A veces consistía en una ocurrencia genial del president Pasqual Maragall. Otras, era una forma suave para bautizar una espantada, un golpe de genio o un movimiento que nadie más que él entendía. Su hermano, el conseller de Educació de la Generalitat, parece haber recogido el testigo de la tradición familiar al declarar que las encuestas detectan «una cierta fatiga de los ciudadanos hacia el tripartito». Viniendo de un miembro del Govern, y del mismo partido, la frase ha puesto los pelos de punta en el PSC. Y José Montilla precisa ahora que él no siente ningún cansancio por la actitud de sus socios pero sí le produce tedio que la clase política catalana «tienda a mirarse al ombligo» en vez de fijarse más en cómo es la vida de los ciudadanos. Como si él perteneciera al gremio de los electricistas.
La tendencia de los políticos catalanes a mirarse en el espejo y gustarse mucho no es de ahora, aunque Montilla la acabe de descubrir. Lo grave es que Ernest Maragall dijo que no veía probable que el tripartito ganase las próximas elecciones autonómicas. Que los catalanes parecen haberse cansado del experimento. Mientras los socialistas sueñan con algo tan improbable como gobernar en solitario, Convergència i Unió desempolva en Madrid la idea del pacto de Estado. Sin concretar mucho más. Y al trascender que se ha reunido con Mariano Rajoy, Josep Antoni Duran i Lleida se apresura a decir que no ve al PP por la labor y que no va a servirle de muleta.
Lo contrario tendría muy mala venta allí, ya que el PP es el enemigo que une a todos. Pero en Madrid, CiU y PP son expertos en guiñarse el ojo cuando creen que nadie los mira. Por muy hábil que sea Duran, es pronto para olvidarse de que los suyos firmaron ante notario y pusieron a Dios por testigo de que nunca volverían a pactar con los que recurrieron su Estatuto. Nunca es demasiado tiempo, y más en política. Y mientras la sentencia del Constitucional penda sobre las cabezas de todos tendrán que extremar la prudencia en sus movimientos.
La política catalana promete mucho en los próximos meses. Y sobre todo, apunta a una atomización de partidos. Además de los de siempre (CiU, PSC, ERC, PP e ICV), hay recién llegados como Ciutadans con un único representante en el Parlamento. Joan Carretero quiere que su Reagrupament también se estrene aunque no pueda cumplir su sueño de alinear a Joan Laporta en su equipo. Faltaba Montserrat Nebrera, que acaba de anunciar que igual va y se presenta con el nombre de Alternativa de Govern. Lo confirmará en marzo pero parece que el fichaje de Josep Piqué no se cansa.
Luz Sanchis