El jugador del Málaga, Mtiliga, sujeto paciente del codazo de Cristino Ronaldo que le partió la nariz, estará, como mínimo, dos semanas sin poder jugar y cuando lo haga, posiblemente, tendrá que salir al campo con máscara protectora. El Real Madrid quiere agotar los recursos e incluso acudir a la última instancia deportiva, para que se conceda a su jugador la suspensión cautelar y pueda ser alineado esta semana en La Coruña.
Es lógico que el club pretenda obtener algún beneficio con recursos. Está en su deber deportivo aunque moralmente no se pueda decir lo mismo. Sería escandaloso y produciría animadversión hacia el jugador y el club que la suspensión cautelar le permitiera jugar cuando el lesionado tendrá que descansar forzosamente.
La Coruña siempre fue escenario con claras tendencias madridistas y de ahí la ilusión constante de que el equipo participara en el Trofeo Teresa Herrera. Si Cristiano jugara esta semana, los aficionados coruñeses tendrían fácil el grito de «así, así gana el Madrid».
No conviene al club que las urgencias deportivas le lleven a adoptar posturas que son contrarias a la creencia popular y mayoritaria, pese a las actitudes de algunos medios madridistas, y no todos los cronistas, que fomentan la actitud contraria a aceptar como mal menor la suspensión de dos partidos.
Cristiano no cae demasiado bien. Incluso hay madridistas que le reprochan ciertos gestos, como no celebrar el gol de un compañero después de haber malogrado un penalti. Cristiano debe hacerse perdonar tanto «glamour» y tanta página en revistas del corazón. La gente del fútbol no ve esto con buenos ojos.
Cristiano estuvo unos partidos sin jugar, como tampoco lo hizo Kaka, y el Madrid no se hundió.
Julián García Candau