domingo, mayo 19, 2024
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La economía necesita algún tipo de pacto

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Aumentan las opiniones de destacados economistas españoles que empiezan a clamar por la necesidad de un pacto político de amplio espectro que siente a la mesa de un hipotético acuerdo no sólo a los protagonistas del arco parlamentario sino a los agentes sociales. Por primera vez en varios años, sindicatos y patronal no se han puesto de acuerdo para fijar algo tan elemental en esta ocasión como las subidas salariales, en donde no hay apenas margen de debate. En cierta medida, la crisis económica actual, quizás más dura que las vividas en anteriores etapas críticas (aunque esta vez contamos con la nada desdeñable ventaja de pertenecer a la Unión Monetaria), puede encontrar un escollo adicional en la falta de acuerdo entre los agentes sociales, evidenciado en la reunión del viernes de la semana pasada, en la que ambas partes optaron por separarse sin firmar nada que les comprometa.

El acuerdo salarial es este año posiblemente menos trascendente aunque vistas las cifras de aumento del coste salarial en el último tramo del pasado año podría llegar a pensarse lo contrario. El coste salarial por hora trabajada se incrementó en el último trimestre del año 2008 en un 4,2%, según datos del Instituto Nacional de Estadística. Vista esta cifra, y algunas otras que circulan por el entramado estadístico, cabe preguntarse si los agentes económicos están en su sano juicio, en una economía que aumenta el paro a ritmos anuales del 40% y que arroja al desempleo cada mes a más de 100.000 personas.

Aumentos del coste salarial como el citado (habrá que ver las cifras del primer trimestre de 2009, aunque es de suponer que vendrán algo mermadas en relación a las citadas) casan difícilmente con la necesidad de preservar una economía competitiva, base imprescindible para obtener mejores rendimientos de los mercados exteriores, tanto por la vía de las exportaciones como por la capacidad de atractivo de sectores como el turismo. No hay que olvidar que la tasa de inflación de la economía española se mueve en estos últimos meses en torno al 1% e incluso por debajo en los meses más recientes. Quizás no sea una tasa sostenible a medio plazo, pero con incrementos del coste de la hora trabajada superiores al 4% anual no resultaría sorprendente que la tasa de inflación empiece a dispararse en cuanto los precios de las materias primas se estabilicen o incluso reinicien la carrera alcista.

Pero la dinámica de la negociación salarial no es, en todo caso, el elemento esencial de la conducción de la economía. Ayudaría desde luego un mayor grado de sensatez por parte de los agentes sociales. Pero el país tiene la sensación creciente de que la conducción de la economía va sin rumbo, sin timonel que la conduzca y sin saber con exactitud hacia dónde se orientan sus pasos los responsables de la travesía. Este creciente desconcierto e incluso descontento puede estar detrás de algunas de las lecturas críticas de los últimos resultados electorales, aunque tampoco está claro que no hayan influido, por ejemplo en Galicia, algunas otras motivaciones de mayor calado.

Late sin embargo la sospecha de que el desgaste gubernamental, un año después de la celebración de las elecciones generales, está siendo apreciable. Algunos dirigentes del propio partido gobernante lo están detectando y parecen estar presionando a Zapatero en la dirección de un cambio necesario. Estos días se baraja la hipótesis de un cambio de Gobierno en el que la renovación del equipo económico sería pieza fundamental.

El Gobierno tiene con la economía una obligación ineludible de reforzar la confianza de cara a los ciudadanos, muy maltrecha debido a la escasa eficacia de las medidas adoptadas de forma atropellada e inconexa la mayor parte de las veces en estos últimos meses. Y, en todo caso, con un gasto público sólo tolerable si el retorno de dichas medidas pudiera ser evaluable en términos de eficacia comprobada. Por desgracia, no sucede tal cosa. La dilapidación de cuantiosos recursos públicos no ha contribuido a frenar el deterioro de la economía. Y el Gobierno no parece contar ahora con márgenes de confianza en la gestión de la economía.

El lavado de cara con un equipo económico completamente remozado sería un buen remedio si ese equipo lograra de entrada suscitar la confianza de los agentes económicos y del país en general. Pero no parece existir por desgracia una varita mágica que logre ese tipo de efectos milagrosos. Un acuerdo social y político de amplio espectro, quizás tomando como banco de pruebas o como punto de arranque la hipotética experiencia de Gobierno conjunto en el País Vasco con los dos grandes partidos podría hacer bastante más en esa dirección.

Primo González

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