viernes, mayo 17, 2024
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El maullido de los leones

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«Los partidos actuales en la democracias son

Sólo máquinas para obtener votos y

Carecen de flexibilidad para elegir

A los auténticos representantes del pueblo,

Salvo en el caso de los Estados Unidos»

(Karl Popper)

El año concluye, cabalmente, en la misma línea de mediocridad política y crisis económica con que transcurrió. No hay sorpresas. Sólo fatiga ciudadana ante el repetido espectáculo de unos líderes que, sin tener nada que decir, hablan sin parar y saltan de lo inane a lo ridículo con la facilidad con que un mandril brinca entre los árboles. Del mismo modo que los monos, suelen enseñarnos sus nalgas rojizas en cada salto.

José Luis Rodríguez Zapatero, el líder que promete y no cumple, vive las crisis -la global y la específicamente española- con el mismo retraso con que las admitió y anunció. Ni él ni su incontable equipo de sabios asesores son capaces de encontrar recetas útiles, algo más que lugares comunes, para enfrentarse a un problema que crece vertiginosamente y nos distancia de la media europea. Aquí, el paro ya sobrepasa el trece por ciento de la población activa: el doble de la media comunitaria. No importa, el Gobierno, en su ya acostumbrada irresponsabilidad, anuncia que no se recortará el gasto público y que, por decirlo en caricatura, el Imserso seguirá llevando a los viejecitos de excursión.

Desde una observación meramente ciudadana, al margen de las marcas partidistas establecidas -no sería serio hablar de ideologías en lo que se refiere al PSOE y el PP-, lo inquietante reside en que, mientras los partidos periféricos, más o menos separatistas, aprovechan la circunstancia para sacar tajada de ella, la oposición propiamente dicha, la que tiene como mascarón de proa a Mariano Rajoy, no aporta ideas alternativas. Ni tan siquiera señala con la energía debida la vaciedad de las tibias propuestas del equipo que, es un decir, dirige Pedro Solbes.

Es una evidencia más del gran fracaso representativo en el que nos hemos instalado. La Constitución proclama que «la forma política del Estado es la monarquía parlamentaria». Palabras. El sistema electoral ha reconducido la intención constituyente y, desde un sistema electoral que, con sus listas cerradas y bloqueadas, no propicia la representatividad, hemos caído en una partitocracia agravada por la fuerza desmedida y arbitral que ello le adjudica a los grupúsculos periféricos.

En la entrada del Palacio de las Cortes luce, como símbolo del poder nacional, una pareja de leones. No rugen, ni pueden hacerlo. Maúllan.

Ponciano Ponzano, el escultor decimonónico que hizo los moldes de esos leones para que fueran fundidos con bronce procedente de los cañones arrebatados al enemigo durante la guerra de África, era un hombre lleno de supersticiones. Evitó durante toda su carrera hacer esculturas de animales porque, aseguraba, ello arrastraba mala suerte. En el caso de Congreso de la Carrera de San Jerónimo estaba comprometido por haber realizado el frontón escultórico de su portada y, contra sus principios, comenzó la tarea de esculpir los hoy muy famosos leones. No llegó a terminar el trabajo; falleció cuando estaba a punto de hacerlo.

Quizás por eso, aunque la fatalidad no exista, les falta fuerza, la de la verdadera y comprometida representación del pueblo español, a los leones que guardan la entrada del Congreso de los Diputados. Son leones que maúllan. En los momentos, como el presente, de grave tribulación nacional eso se advierte con dramática y meridiana claridad.

Manuel Martín Ferrand

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