Pronosticar con aplomo un acontecimiento y no enterarse de otros inminentes de enorme impacto es algo corriente. Ningún analista político intuyó el derrumbe del muro de Berlín ni, algo clamoroso, la desaparición de la Unión Soviética. La CIA ha sido acusada con frecuencia de tocar el violón por esto último, incluso años más tarde tardó once semanas en enterarse de que Yeltsin había tenido un serio infarto, también estuvo in albis por el ataque del 11 de Septiembre, etc. Hace casi 50 años, Bertrand Russell pregonaba que si seguía la carrera de armamentos el mundo volaría por los aires en una década, a fines de los setenta se nos aseguraba que la tierra no produciría suficientes alimentos al cambiar el siglo… Los ejemplos son incontables.
Este año, sin embargo, la miopía ha alcanzado cotas muy elevadas: La presidenta de Estados Unidos sería Hillary Clinton, su único contrincante sería Giuliani y, por supuesto, el país no estaba maduro, era demasiado racista, para un negro. Error. La gasolina seguiría subiendo y asfixiaría a más de un país consumidor, en realidad está a menos de 40 dólares y creando problemas a los productores. Error. Uno de ellos, Rusia, que se comería al mundo económicamente, ve disturbios en las calles por la subida de los impuestos sobre los coches.
En Europa, Brown era un cadáver y Sarkozy un bluff, un frívolo un tanto descerebrado . El británico ha resucitado y el francés es el nuevo superstar. El Financial Times se quita el sombrero ante su energía y logros y la revista Time lo coloca entre los finalistas del personaje del año (otros líderes latinos europeos, como los de Italia, España, Portugal, ni siquiera aparecen en la prensa de Estados Unidos).
Para terminar, lo más sonoro es el pinchazo en los pronósticos económicos. Los especialistas no se han ganado el pan. «Esto no es una ciencia», dirán. Greenspan, que era reverenciado, es ahora vilipendiado por su política pasota, nadie previó la masiva intervención del Estado en la economía , tampoco que en Estados Unidos se perdieran un millón y medio de empleos en tres meses, que una de cada diez hipotecas esté en mora, etc. En nuestros pagos no sólo no se coligió sino que, con el agua ya hasta el cuello, se negó.
Obama, por su parte, se aferra al realismo. «No tengo una bola de cristal», le cuenta a Time, que lo ha declarado Figura del año. «El año 2009 va a ser duro. Si tomamos las decisiones adecuadas, limitaremos parte del daño en el 2009 y empezaremos a remontar en el 2010». Los condicionantes son elocuentes: «si», «parte del daño», «empezaremos».
Políticamente tiene también los pies en el suelo: «Ganamos claramente, pero el 47 por ciento de los americanos votaron a McCain. No es momento de gobernar ideológicamente sino competentemente».
Inocencio Arias