viernes, mayo 3, 2024
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Volare

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Corría el año de 1958 y un joven cantante italiano, Domenico Modugno, ganaba el prestigioso Festival de San Remo con una canción titulada Volare, destinada a ser si no la más popular italiana de todos los tiempos, que quizás sea ‘O sole mio’, si la más vendida a nivel planetario con millones y millones de discos editados en todo el mundo y en versiones en todos los idiomas conocidos y entonada por las voces más encantadoras de la segunda mitad del siglo XX, desde Frank Sinatra hasta Pavarotti.

Volarè…!oh,oh!..

Cantarè…!oh,oh!

Nel blu, dipinto di blu,

Felice di stare lassù.

E volavo, volavo felice più in alto del sole ed ancora più su,

Mentre il mondo pian piano spariva lontano laggiù,

Una musica dolce suonava soltanto per me…

(Volaré..!ho, ho!, en el azul pintado de azul, feliz de estar allí. Y volaba, volaba feliz más alto del sol y todavía más alto, mientras el mundo poco a poco desaparecía lejos allá abajo, una música dulce sonaba sólo para mí…). Una letra simple y si se quiere banal que, acompañada de una melodía pegadiza pero acertadísima en su simplicidad, cautivaría al mundo entero.

Eran los años del «milagro económico» italiano y Alitalia¸ que había inaugurado su fulgurante carrera en 1947 con un vuelo, Turín-Roma-Catania, en un Fiat G-12, comenzaba a «volar más alto del sol y todavía más alto» desde que en 1950 salieron a bordo las primeras azafatas vestidas por la hermanas Fontana, el atelier más in de aquellos años con casa en la romana Plaza de España y que también se encargaría de vestir a la deliciosa Audrey Hepburn cuando en 1953 rodaba, en la capital italiana, junto a Gregory Peck, Vacaciones en Roma. En 1960, con ocasión de los Juegos Olímpicos celebrados en Roma, toca el ápice más alto de su historia «mientras el mundo poco a poco a poco desaparecía lejos allá abajo y una música dulce sonaba sólo para mí». Después, lentamente, el diapasón de su melodía cambia ritmo y con él Italia también cambia. Desciende del cielo pintado de azul y comienzan sus problemas, económicos y sociales, que afectan asimismo, no podía ser por menos, a Alitalia que repite el verso con el que comienza la canción de Domenico Modugno: «penso che un sogno cosi non ritorni mai più» (pienso que un sueño como ese no vuelva nunca más). Final de la historia, porque la reciente está escrita en la crónica de todos los días.

Los máximos dirigentes de Alitalia, desde el 2000 al 2006, están ya en los juzgados para responder de su pésima gestión, no exentos, según parece, de tener que defenderse de acusaciones tan graves como falsificación en balances y corrupción, a pesar de los extramillonarios sueldos asignados por los gobiernos que se han ido sucediendo en el país, entre ellos el «honestísimo» de centro-izquierda, presidido por Romano Prodi.

El pasaje de la antigua compañía nacional, Alitalia, a la nueva, que se llamará CAI, compuesta por una serie de industriales italianos y algún socio capitalista extranjero, KLM, Lufthansa, British Airways, o quién sabe, está discurriendo en el más absoluto caos: malestar infinito entre los viajeros, centenares de vuelos cancelados, semidesierto el aeropuerto de Fiumicino ¿de quién son las responsabilidades? ¿de los trabajadores que convocan las llamadas huelgas blancas, aplicando al pie de la letra el reglamento de sus contratos o de la empresa que está suspendiendo los vuelos porque es incapaz de cumplir con sus deberes? Mientras tanto Alitalia continúa perdiendo millones de euros y el Enac, el ente nacional italiano que regula la aviación civil, amenaza, nuevamente, a la dirección de Alitalia con suspender su licencia de vuelos por su incapacidad de garantizar un servicio público. El gobierno presidido por Berlusconi, siempre confiado en su optimismo irrresponsable, había prometido que todo funcionaría perfectamente a partir del 1 de diciembre. Ahora, con la entrada de nuevos socios extranjeros que, en un principio, el mismo Berlusconi rechazó en defensa de la «italianidad» de la compañía, es posible que la nueva Alitalia, reconvertida en CAI, comience a volar, regularmente, a partir del primero de enero del 2009. Entre el caos de todas estas hipótesis existe, no obstante, una única y exclusiva certeza: las acciones de Alitalia no se cotizan ni a un solo euro.

Pero Italia sigue adelante. He visto los supermecados con los carritos rebosantes de los productos alimentarios más exquisitos. Me he dado una vuelta por Via Condotti, la calle más exclusivamente comercial y prohibitivamente cara de Roma, y las otras de sus alrededores, que confluyen en la Piazza di Spagna, donde exhiben la luminaria de sus escaparates los Gucci, los Armani, los Valentino, los Bulgari, los Louis Vuitton, los Prada, los Dior…y he visto largas colas delante de sus puertas en espera de poder entrar a comprar un regalito de parte de Papá Noel !Increíble!

Otros han preferido llenar las pistas de esquí del norte y centro del país o viajar a las Maldivas, Méjico o Punket. Los italianos han arrojado la crisis a los contenedores de la basura y se han puesto a gastar en fruslerías y a viajar. En Roma, con inundaciones y el Tiber que amenaza con el desbordamientos de sus aguas, el tráfico está enloquecido. Las estaciones de servicio de la ciudad y de las autopistas no dan abasto en llenar de carburante los depósitos de los automóviles. Todo esto me ha recordado, por un momento, El juicio final, el famoso film de Vittorio de Sica , una parábola de los últimos días de la humanidad , enloquecida !sea lo que Dios quiera y a gozar que la vida es breve! en espera del inexorable e ineluctable Dies irae.

La Guardia de Finanza, el cuerpo de policía del Estado que se ocupa, entre otras cosas, de la evasión fiscal y de la represesión del contrabando, se ha encautado de un cargamento clandestino que contenía 40 kilos de caviar meluga en latas, perfectamente conservadas y comestibles, de 400 gramos cada una. Y las ha repartido entre los pobres de Roma, los pobres de siempre y todos aquellos que han caído en pobreza a causa del paro y de la crisis económica, y se calcula uno de cada cinco o seis residentes en la capital, para aliviar, en mínima parte, su triste y pasada Nochebuena.

Nochebuena en la que he asistido, como otras muchas veces lo he hecho, a la celebración de la Misa del Gallo, presidida por el papa, Benedicto XVI, en la imponente Basílica de San Pedro, al amparo de la Cúpula de Miguel Angel. La representación de la liturgia católica en todo su esplendor y magnificencia. Dos mil años de historia de Cristianismo militante. Algo único y emocionante, sobre todo si se compara con el ceremonial paleto y provinciano de la democracia en los mal llamados países democráticos, como el nuestro, por ejemplo, donde los jueces, supuestamente ilustrados y zapateriles citan las Partidas del Rey Alfonso X, pero se olvidan de Aristóteles, Justiniano o del Barón de Montesquieu. Ceremonia, digo, esa de la Nochebuena en el Vaticano, prohibitiva para mentes ablandadas por crisis paroxisticas del intelecto, como las de aquellas miembras y ministras sociatas. Yo, como siempre, continuo poniendo el Nacimiento, auque sólo sea por enlazar con el recuerdo de ese niño que fui y que murió hace tantísimos años.

Decía Agustín de Foxá que lo que menos perdonaba al comunismo es que le había empujado a ser de Falange. Yo lo que menos perdono al infantil y bobalicón anticristianismo de mi paisano J.L.R.Zapatero es que me ha hecho conservador !Felices Fiestas cristianas de Navidad y Año Nuevo, cuyo primer día coincide con la imposición del Santo Nombre de Jesús y la Solemnidad de Santa María Madre de Dios! !Nel blu, dipinto di blu!

Javier Pérez Pellón

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