lunes, mayo 20, 2024
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De tapado a flamante campeón: Wawrinka vuelve a amargar a Djokovic

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Las quinielas hacían caso omiso a su figura. La irregularidad, el vaivén de resultados a lo largo del curso, le mantenían en un segundo plano. La primera semana era su mayor escollo, pero Stanislas Wawrinka cumplió con su condición de favorito para alcanzar los octavos de final en Nueva York. Ahí, en esas rondas decisivas, es cuando emerge la cara más ganadora del suizo. La que no tiene compasión de un renacido Del Potro, o la que desarbola a un pletórico Nishikori.

Poco le importó al saltar a pista el cara a cara desfavorable (19-4) frente a Novak Djokovic. El galo ya le había amargado un año atrás en Roland Garros y quería volver a hacerlo. Confiaba en su tenis y sobre todo, en esa capacidad que posee para exhibir su mejor versión en las citas importantes. Era la tercera vez que Wawrinka se presentaba en la final de un grand slam, y salió de la pista como lo había hecho en los dos precedentes: con el título bajo el brazo.

Y eso que no empezó de la mejor manera posible. ‘Break’ inicial en contra, motivado por un puñado de errores no forzados. Djokovic parecía un auténtico muro, y aceleró rápido hasta un cómodo 1-4. Ahí despertó el suizo, guiado por un revés que dejaba inmóvil al serbio. El desempate se erigió cómo la única fórmula para deshacer la equidad. La experiencia, el control del número uno del mundo, se impuso (1-7) frente a un Wawrinka algo descontrolado.

En los dos siguientes actos la Arthur Ashe saboreó el mejor tenis. No sólo del encuentro, también del año. Un duelo con alternativas, con la mejor versión de dos oponentes que dejaron los suficientes grandes golpes como rellenar una hora de ‘highlights’. Wawrinka hizo humano a Djokovic, que aplaudió hasta la saciedad, incrédulo por el nivel que ejercía el suizo al otro lado de la red. No sólo el revés, la derecha de Wawrinka no mostraba flaquezas. Hasta a la contra se hizo fuerte. El físico, también le acompañaba.

Con todo de su lado consiguió colocarse 4-1 arriba. Pero Djokovic no perdía la cara. Es más, contribuía al espectáculo con ángulos de ensueño. Y así, aprovechó el mínimo resquicio para igualar la manga. Stan, centrado, aceptó el pulso. Se colocó 5-4, y le traspasó la presión a Nole. Wawrinka, consciente de que podían aflorar los nervios en el rival, se desató y consiguió anotarse la segunda manga (6-4). Un transcurso similar aconteció en el tercer envite, cuando después de tirar por la borda un ‘break’ de ventaja, al resto apuntilló a su rival (7-5).

A hora por set, el partido adquiría cierto tono heroico. Wawrinka aprovechó la inercia y abrió brecha en el inicio del cuarto parcial. Su excelso juego, aunado a las molestias de Djokovic, dejó el duelo visto para sentencia. El serbio lo detuvo en el ecuador, para reclamar la atención del fisio. El dedo del pie, ensangrentado, le dolía de forma continua al serbio. Wawrinka se quejó, por que ni siquiera esperase al cambio de lado. No obstante, el parón, de entre cinco y siete minutos, no fue un problema para el suizo, que siguió a lo suyo.

Le entraron los nervios en su último servicio, pero Wawrinka consiguió finalmente cerrar el duelo. Tres finales y tres títulos de grand slam. Y en tres escenarios diferentes. Al francés sólo le queda la hierba de Wimbledon para completar el grand slam. Y quizás, para entonces, las quinielas sí le tengan en cuenta. 

Alberto Puente

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