«Sé que voy a un programa basura y sensacionalista». Lo había dejado escrito ella misma antes de aparecer en pantalla para que un amigo lo subiera a internet. La autora de la frase no es otra que Lucía Etxebarría, la mujer que cuando menos ha sido sincera al afirmar a los espectadores que si entraba en «Campamento de verano» era para pagar a Hacienda, un fisco que dice «me reclama una cantidad que no estoy dispuesta a pagar».
Ella lo tiene claro, «lo que me pagan por semana supera a lo que me pagan por ‘Liquidación por derribo, que tardé varios meses en escribir y varios años en documentarme'». Esa es la obra que ha publicado este año con Planeta, la misma editorial que le concedió su prestigioso premio en 2004 y cuyo dinero, además del «pico importante» que dice se quedó Hacienda, se gastó en pagar un piso en Madrid y una casa en Marruecos, la misma con la que ahora quería saldar su deudau pero que no ha podido vender porque «es difícil cuando no está en un sitio turístico».
Para lo que sí dice que ha tenido dinero -cuando menos sus escritos en la Red son muy claritos- es para pagar 6.000 euros, «de entrada», a los abogados especiales en Derecho Fiscal que ha contratado para solucionar su problema. También para pagar las costas de tres juicios a los que ha tenido que hacer frente en los últimos tiempos, pese a haberlos ganado.
Claro que la culpa, según ella, la tiene Hacienda, que primero le engañó, «pagué mis impuestos siguiendo las instrucciones de la Agencia Tributaria, porque yo pago mis impuestos religiosamente y no soy ninguna delincuente fiscal», y ahora le exige una fianza muy elevada «en el momento en que menos facturo, porque los libros casi no se venden por la crisis y la piratería».
Tampoco se libra su ex marido, «que me dejó cuando apenas llevábamos un año casado». La pobre dice que «mantengo a una niña cuyo padre aporta sólo 370 euros al mes, y no siempre». La injusticia es tal que precisa que paga 286 euros al mes como autónoma, «incluso cuando no facturo», y que hasta tiene recibos de luz de 200 euros.
El drama de esta mujer es tal que no comprende cómo Hacienda viene ahora con «requisitos absurdos», sobre todo «en un momento en el que el presidente del Gobierno y su partido han estado cobrando sobresueldos en negro, cobrando sobornos, y cuando la Casa Real está envuelta en chanchullos similares». No es de extrañar que diga que «a veces me dan ganas de ir a Génova y liarla muy, muy parda», y que si no lo hace es porque es madre «y mi hija depende de mí».
Por eso no ha tenido más remedio que entrar en un campamento en el que, en apenas 30 minutos ya se ha ganado la nominación para ser expulsada este jueves (la cadena tendrá que decidir si ella da más juego o no que Carmen Bazán, la madre de Jesulín, que ni siquiera sabe qué pinta en la sierra de Gredos en estos momentos) y que Jimmy Giménez Arnau la haya llamado gorda, algo que por supuesto le rebatió diciéndole que «soy una mujer normal de 46 años».
El problema, según dijo en pantalla, es que la escritora ha calculado que, para resolver sus problemas con Hacienda, cuando menos tiene que estar en el programa durante tres de las ocho semanas que dura el mismo. La duda es si Telecinco dirá a su selecto jurado (Kiko Hernández, la «gallitos» de Belén Rodríguez y Jimmy Giménez Arnau) que la salve para que ella no tenga que vender ninguna de sus casas (por cierto, también tiene una oficina, aunque ahora la tiene alquilada) o si directamente la sigue pagando a cambio de que vaya cada semana al plató donde se comentarán las galas. Qué buen corazón tiene Vasile.
¿Qué qué tal es el programa? Por primera y única vez en mi vida estoy de acuerdo con Lucía Etxebarría (lea la primera frase de este artículo de nuevo), aunque por primera vez la escritora se haya quedado corta.