viernes, abril 26, 2024
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Tarde, pero llegaron los triunfos y dobles

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Manuel Jesús «El Cid» y Miguel Ángel Perera han compartido este viernes la primera puerta grande de la presente Feria de Fallas, al cortar una oreja a cada uno de sus toros, ejemplares nobles de Pedro Gutiérrez «El Niño de la Capea» que contribuyeron al lucimiento.

Ficha del festejo

Se lidiaron cinco toros del Niño de la Capea (primero, segundo y cuarto con el hierro de San Mateo y tercero y quinto con el de San Pelayo) todos ellos de hechuras similares, chicos, nobles y manejables, a excepción del cuarto, un poco más enrazado que sus hermanos; y un sobrero de Zalduendo mejor armado que el resto del encierro pero de escaso juego.
El Cid: estocada (oreja); y pinchazo y estocada (oreja).
Perera: pinchazo y estocada (oreja); y estocada casi entera y descabello (oreja).
Cayetano: media trasera y tendida (palmas); y tres pinchazos y estocada trasera (silencio).
Casi lleno en tarde soleada y con ligeras rachas de viento.

Los triunfos llegaron tarde pero por partida doble

Los aficionados de Valencia han tenido que esperar hasta la sexta corrida de toros de la presente Feria de Fallas para ver cómo alguna de las figuras anunciadas lograba abrir la puerta grande. Estuvo ayer muy cerca José Mari Manzanares y este viernes, por fin, lo lograron por partida doble Manuel Jesús «El Cid» y Miguel Ángel Perera.

Ambos han disfrutado de la dulce y noblona embestida de las reses de Pedro Gutiérrez «El niño de la Capea», que sin derrochar demasiada fuerza ni transmisión, han puesto las cosas fáciles a los matadores.

Quizá la actuación más vistosa, por lo arriesgado y reivindicativo de su planteamiento, ha sido la de Perera, que ha ofrecido un recital del toreo a pies juntos y también de valor, al colocarse sin pestañear entre los pitones de sus oponentes.

El extremeño, que se lució en un quite por gaoneras al segundo de la tarde, brilló por la templanza y el mando con el que se pasó a su enemigo, que embestía franco, largo y sin demasiadas reservas.

La quietud fue este viernes su principal virtud. Se atornilló al suelo hasta para torear en redondo, citando de espaldas si era necesario y poniendo la cadera en la cara del toro, y eso puso los pelos de punta al respetable.

Al quinto, un animal un poco más peligroso, ni lo cató con la capa, tuvo una embestida más complicada, echó la cara arriba y obligaba a retroceder un pasito tras cada pase.

Aún así, Perera siguió citando al natural con la panza de la muleta para conseguir algunos lances de mérito y volver después al pitón derecho, por donde la volvió a armar poniéndose literalmente encima del animal. Un final estremecedor que le valió la segunda oreja y la puerta grande.

También le costó al Cid fijar la embestida del que abrió plaza, un ejemplar compacto de silueta que tardó en arrancarse pero que embistió con nobleza.

La falta de nervio y transmisión del animal la suplió el sevillano toreando con todo el cuerpo, como de salón, y encantado de encontrarse con un ejemplar así, al que además finiquitó con una estocada sin puntilla.

También el cuarto, un toro algo más serio, tuvo esa misma nobleza y el Cid le aplicó un repertorio similar, que sin ser cumbre, gustó a un auditorio ávido de triunfos. Pinchó, pero aun así se llevó la oreja.

El público valenciano fue indulgente con la falta de acierto con la espada, tanto de Perera como de El Cid, y permitió a ambos matadores situarse como triunfadores provisionales de la feria.

Para Cayetano Rivera fue la cruz, puesto que el primero de su lote se partió el pitón derecho en el inicio de la faena de muleta y el segundo, un sobrero de Zalduendo, se defendió con mucha violencia y fue peligroso.

Venía decidido el madrileño a dar que hablar, y prueba de ello es que se fue a la puerta de toriles a recibir al tercero, pero el animal se quedó inválido en el inicio del trasteo de muleta y el público le pidió que abreviase.

En otro gesto de torería, Cayetano armó el acero con la mano izquierda para entrar a matar por donde el animal se podía defender.
Puso de nuevo las rodillas en el suelo, esta vez en la muleta, con el sobrero que cerró plaza, un animal que cabeceaba demasiado y que tuvo muchas dificultades, especialmente por el pitón derecho. De nuevo se le pidió que abreviase y así lo hizo.

Redacción

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