sábado, abril 20, 2024
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Libia: Última oportunidad

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Con la resolución que fija el establecimiento de una zona de exclusión aérea y que permite el uso de todos los medios para proteger a quienes aún padecen los rigores del avance militar, la crisis libia entra en un nuevo escenario. Gadafi, al parecer, se ha detenido y ha propuesto la verificación internacional del alto el fuego que él mismo decretó. Poco antes y fiel a su locura, anunciaba una marcha sangrienta hacia Bengasi y el fin de la rebelión antes del fin de semana.

Contra pronóstico, justo es reconocerlo, las Naciones unidas han conseguido un amplio consenso para poner freno a la locura del coronel Gadafi. La resolución 1973 del Consejo de Seguridad, ilumina la oscura y truculenta gestión de esta crisis en la que ha sido difícil identificar el liderazgo moral y el verdadero apoyo a la legitimidad de los insurgentes.

Y a ello ha contribuido la Unión Europea o sencillamente Europa, para qué vamos a seguir retorciendo la realidad: la Europa habitualmente dividida cuando llega al límite en el que hay que tomar decisiones drásticas, valientes y extraordinariamente serias; la Europa que en esas circunstancias tiende a desdibujarse penosamente y a retrasar hasta el absurdo la toma de decisiones efectivas.

Así que, una vez más, parece que han sido los Estados Unidos, esta vez junto a la Francia de Sarkozy y el Reino Unido de Cameron, quienes han asumido la responsabilidad de sacar adelante una respuesta eficaz al sátrapa y sus operaciones militares. Y ha sido Alemania quién ha vuelto a descolocarnos – dos veces en una semana y en un asunto extraordinariamente grave- poniendo, una vez más en entredicho la voluntad cooperativa y solidaria de ese país. Basta recordar algunas otras gestiones en la crisis financiera para afirmar aún con más vehemencia lo dicho.

La reunión de París pondrá en marcha los mecanismos técnicos para frenar definitivamente las tentaciones criminales de Gadafi, y actuar en consecuencia. Pero de nada serviría el acuerdo alcanzado si la consecuencia final no fuera, así mismo, el final del dictador, porque el mantenimiento del  status quo que se establezca en estos momentos – una zona dominante y una zona “liberada”- es, aunque no lo parezca, la victoria moral del criminal.

La resolución impide el derrocamiento del tirano por las fuerzas internacionales que actúen en la operación y la fractura del país. La cuestión ahora es ver cómo se desarrollan los acontecimientos más inmediatos y de forma más profunda, ver de qué es capaz la comunidad internacional y la ONU para proteger a un pueblo de su propio Estado.

Por último, Europa salvará la cara gracias a los esfuerzos del presidente Sakorzy pero ha dado un paso más para demostrar su incapacidad, su indecisión, su escasa voluntad política y, mucho me temo, la falta de credibilidad ante el mundo mundial como realidad y como proyecto.

Rafael García Rico

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