viernes, abril 26, 2024
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Volverán banderas victoriosas

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Al paso alegre de la paz. Todavía en mis tiempos escolares se sabían los fachas de la clase el Cara al sol aunque luego, en la discoteca, cantáramos juntos With or without you de U2 alzando el símbolo de la paz con los dedos. En aquellos ya lejanos años 80 el furor patriótico era más leve y eso que ETA mataba todas las semanas en nombre de su propia patria. Aún así, energúmenos aparte, lo de las banderas no era algo que nos preocupase mucho.

Ahora las banderas son fundamentales y si un cómico se limpia los mocos con la enseña monárquica, un consejero de Eduación y Cultura (primo de Rajoy para más señas) ofrece 1.000 euros para que le den una hostia al chistoso y como si nada.

Menos mal que en TV3 han decidido limpiarse los mocos con la estelada para equilibrar un poco la balanza.

La ofensiva secesionista en Cataluña hizo emerger un nacionalismo españolista de dimensiones monstruosas. Sobre todo porque, como todo nacionalismo, tiende a la exclusión.

Vete de España si no te gusta.

Es una frase que ha vuelto a oírse.

No, no, si a mí me gusta España. Lo que no me gusta son los españoles como usted, que pretenden echar a todo el que no piense igual.

España es también Dani Mateo y los guionistas que escribieron ese sketch que tanto ha ofendido.

La banderitis aguda, un mal que muchas democracias están padeciendo. Ideológicamente escorado hacia la extrema derecha.

No crean eso de que “en Estados Unidos todo el mundo tiene su bandera en el porche” porque en Estados Unidos cierta ostentación de la bandera también posee su significado político y si ves barras y estrellas ondeando en el jardín, ahí hallarás muy probablemente antes a un votante de Trump que de Bernie Sanders.

En los revolucionarios años 60 ardía en los campus californianos la bandera estadounidense y hasta los tribunales dictaminaron que eso formaba parte de la democracia.

Y he aquí el problema. España por encima de todo. España antes que la democracia. No. Democracia y España. Las dos cosas.

Pero las banderas hacen hervir el debate público y también es cierto que no ganamos nada ultrajándolas igual que (perdónenme) no ganamos nada haciendo chistes ofensivos contra la religión católica. ¿Se trata de joder al prójimo? Pues vale. De ahí a que tenga que aceptar como progresista la falta de respeto existe un trecho que no pienso cruzar.

Soy un tipo raro.

Tan raro como para detestar que las banderas se agiten como forma de arrinconar al contrario. Y lo de la bandera de España es muy complicado porque la patrimonializó el franquismo y hay quienes la quieren pintada de morado por abajo y un buen número de territorios donde se sienten más de su pueblo que españoles. Estábamos muy bien utilizándola sólo para celebrar los triunfos deportivos, sin que nadie se enfadase.

Pero ahora.

Ahora se persigue a Dani Mateo por un chiste y los anunciantes acusan el golpe y retiran su patrocinio y suenan perdones tristes.

En fin.

Espero que no se cumpla el vaticinio de Sánchez Ferlosio: “Vendrán más años malos y nos harán más ciegos”.

Arriba los corazones.

Y que suene Whit or whithout you.

(Añado dos sucesos recientes que están dejando la bandera como un trapo y, supongo, habrán revuelto las tripas a los patriotas de pro: los dos milloncetes de euros que adeuda a Hacienda el españolísimo Mario Vargas Llosa y la decisión del Tribunal Supremo de que sean los clientes quienes paguen el impuesto hipotecario. Maneras de ensuciar la enseña nacional que, sin embargo, ofenden menos que un chiste tonto).

Daniel Serrano

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