viernes, abril 26, 2024
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Puigdemont FC

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Carles Puigdemont quiere ser nombrado por una asamblea privada de separatistas, apodada “Consejo de la Republica”, como presidente de una república o autonomía catalana existentes solo en la mente imaginativa del ex-presidente fugado a Bruselas e instalado en una mansión que, espera, le paguemos los contribuyentes. ¡El Gobierno debe atajar este otro cuento de la lechera!

Gusta a los secesionistas violar la ley y disfrazarse de Reyes Magos, desatendiendo los verdaderos problemas de gobernabilidad, tomándose por unos revolucionarios del anacrónico romanticismo decimonónico. Con este chirigotismo de la Constitución y del Estatuto catalán, cabe preguntarse si debiera levantarse el 155, por muy descafeinado que sea, mientras persista este ninguneo y pitorreo separatista a nuestras Instituciones y a todos los españoles, catalanes incluidos. 

Resulta difícil de aprehender el papel de rey desnudo encarnado por Puigdemont y a quien visitan en peregrinación sus devotos como si fuese un curandero milagroso. Las más encantadas son las autoridades de turismo belgas, quizás dispuestas a admitir el catalán como idioma oficial belga, junto al francés, neerlandés y alemán, mientras pretendan algunos que la capital de Cataluña es Bruselas.

En esta columna ya se ha señalado que hay cosas, como Tabarnia, que empiezan como una broma, o fina ironía, y que bien pueden acabar en serio porque si fuese cierto que Cataluña pudiese separarse de España, no menos cierto sería que Tabarnia podría abandonar el Principado. Un columnista de mayor renombre no dudó en señalar que a más Puigdemont y Torrent, más Tabarnia. ¿Materia y antimateria se aniquilan? ¿Qué tal, alternativamente, una escisión como nueva Autonomía?

Frente a las locuras independentistas los tabarneses también pueden quedarse con la mejor parte del pastel catalán, en territorios de Barcelona y Tarragona, donde se crea más riqueza, se pagan más impuestos y se trabaja duro sin concesiones a frivolidades políticas que amparan desmedidas ambiciones personales. 

Si muchos creían que tras el 155, las fugas de empresas y, sobre todo, la profunda división de la sociedad catalana, los separatistas iban a lamentar, al menos, sus actuaciones inconstitucionales, ya es hora de dejar también de soñar y hacerse a la realidad de un enfrentamiento duradero y a cara de perros con el secesionismo.

Mientras, da igual que le hagan a Puigdemont rey de algún país imaginario o presidente del Puigdemont Fútbol Club. Vivirá en Nadalandia, capital Bruselas, molestando y socavando sus propias Instituciones con tal de torpedear al Estado Español. Eso parece pensar el Gobierno, dispuesto, dicen, a tolerar este circo si no hay consecuencias jurídicas y presupuestarias. 

Sin embargo, una cosa es que esto lo pensemos los ciudadanos y otra, bastante distinta, que Rajoy y su Vicepresidenta no se inmuten oficialmente. Ciutadans, PSC, Catalunya en Común y PP parecen tener al respecto, en Barcelona, un juicio más severo. Claro que Rajoy está en manos del PNV por los presupuestos de 2018 y en ese partido los hay partidarios incluso del llamado derecho a decidir y con el lazo amarillo en la solapa.

¿Son posibles en estas circunstancias algunos pactos sobre Cataluña? ¿Son posibles mientras el Puigdemont FC siga jugando? ¿Son posibles si del erial monclovita no surge propuesta política alguna? Así las cosas, solo la dura realidad será nuestro pan cotidiano y habrá que comerlo aplicando, sin desfallecer, la legalidad. Con más motivo ahora que Puigdemont pretende que se modifique la Ley de la Presidencia de la Generalidad para permitir su elección y gobernabilidad telemática. “Dura Lex, sed Lex” dice una sentencia del derecho romano. 

Carlos Miranda es Embajador de España

Carlos Miranda

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