viernes, abril 26, 2024
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TVE drogó a casi cuatro millones de personas

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«¿Pero qué me he tomado para estar alucinando?». Esa es la pregunta que se hacían muchas personas este jueves mientras veían el último capítulo de 'Águila roja'. La verdad es que deberían estar curados de espanto, porque a lo largo de siete años y nueve temporadas han visto cosas inexplicables, fenómenos paranormales a los que nadie encontraba sentido, pero ni por esas.

Hachís, opio,  marihuana, cocaína o la metanfetamina que fabricaba Walter White en 'Breaking Bad'. Cada jueves uno pensaba que se había metido para el cuerpo algo de eso en la cena mientras veía la serie de La 1. Que por qué el maestro de la villa nunca daba clases, que dónde estaban los niños, que cómo nadie le reconocía su voz, que por qué Sátur se ponía una capucha como si le ocultara lo mismo que el traje de Batman, que quién encendía tanta vela en el escondrijo del Águila y por qué nunca salía ardiendo esa casa, que dónde estaban los dos caballos de los dos protagonistas cuando se mostraba la cuadra vacía, que cómo aparecía de repente el héroe en todas partes, que por qué había en ese bosque más gente que en la Pradera de San Isidro en mayo, que donde estaba el chinito emperador…

Eran tantas y tantas las preguntas sin respuesta que una se hacía en cada capítulo que al final terminaba pensando que mejor olvidarlo todo, que ya antes había vivido situaciones parecidas al contemplar series como 'Perdidos', o incluso el último episodio de 'Los Serrano', y que por tanto no merecía la pena coger el teléfono y pedir cita urgente con algún psicólogo.

Pese a estar prevenida, TVE este jueves volvió a 'drogarme'. Una no esperaba que los guionistas de Globomedia volvieran a adoptar aquella salida alucinógena de la ficción que protagonizaban Resines, Bonilla y Belén Rueda. Otro sueño, no, pero tampoco tanta chapuza para ganar tiempo y resolver una situación irresoluble, como esa escena en la que el 'Águila Roja', con grilletes en pies, manos y hasta cabeza daba un cabezazo a un guardia y dos segundos después estaba montado a caballo con su inseparable escudero y ambos con túnicas que vaya usted a saber de dónde habrían salido.

Eso no era sino el comienzo del tripi que creíamos todas habernos metido para el cuerpo, esa dietilamida de ácido lisérgico que se conoce como LSD que es más potente que la mescalina. Poco después creíamos ver a Caperucita Roja reencarnada en la persona de Margarita, paseando por supuesto por el famoso bosque de la serie, y cómo un conductor de carroza, o borracho o ciego, se la llevaba por delante. Instantes después, y al escuchar la marquesa a su criada que no la podían dejar tirada ahí porque «puede morir de frío», aparecía una manta en la parte posterior del pescante, suelta, sin atar ni nada. Natural como la vida misma. 

En ese carromato iba por cierto un Comisario al que le habían clavado un cuchillo en el cuello y que lo menos llevaba diez horas desangrándose (en el capítulo anterior era de noche y ahora iban por el campo a pleno día), y que en la siguiente escena que aparecía salía tan fresco, sin una mala tirita en el cuello. 

En el 'apocalipse now' de este último capítulo también vimos cómo el Rey de las Españas llegaba sin escolta alguna a su palacio y entraba como por la puerta de servicio, cómo a Sátur sólo le faltaba cantar a Los Secretos con su famoso «he muerto y he resucitado…», cómo a éste le abrían el pecho y le sacaban una bala y a los pocos segundos andaban tan pancho por la casa de Margarita y poco después corría por el patio de armas donde iban a ajusticiar a su señor, cómo a esta, sin haber parido, le había desaparecido la tripita que lucía en anteriores entregas, cómo un 'gladiator' contratado por la marquesa para su seguridad le duraba dos segundos a uno de esos subalternos del Comisario que en su vida habían podido con nadie, cómo las fuerzas de ocupación francesas caían muertos en otro segundo ante cuatro disparos de la guardia real, y, cómo el cardenal al que todos los telespectadores querían ver muertos fallecía de la manera más tonta, con una visita de la marquesa y cuatro palabras de nada. 

Afortunadamente, parece que TVE ha dejado esta 'droga dura' para siempre, salvo que cumpla esa amenaza final que se marcó al término del capítulo, con aquello de que el hijo de Margarita y el Águila podría tomar el testigo de éste. Espero que al menos el insulso Alonsito, su hermano, no retomara el papel de Sátur. Eso sí que sería como pincharse en vena.

La mosca

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