viernes, abril 26, 2024
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Un panadero olvidado

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-¡Que si Pepe, que sí!

Mi interlocutor es Toñin Alvarez, uno de tipos más inteligentes que he conocido. Desciende de una larga estirpe de panaderos, aunque él escogió el camino del funcionariado. He quedado con el porque nos conocemos desde niños y hacía tiempo que no nos veíamos. Después de contarme que ha superado una grave enfermedad, hablamos de los recuerdos del pasado, de cuando acudíamos al mismo colegio cuando éramos chinorris. Son miles de anécdotas, miles de aventuras, miles de trastadas. Nos reimos a mandila batiente. En pleno éxtasis, decide contarme una anécdota de su familia, un secreto guardado durante años.

-¡Que si Pepe, que sí! Que lo que te cuento es verdad. Que me fulmine un rayo ahora mismo si miento.

Alzo mi mirada hacia arriba. No hay peligro, el día está despejado y luce el sol con fuerza.

-Mi bisabuelo se llamaba Ángel Álvarez Aguja -prosigue-, conocido como Palmero. Los palmeros, como los Romero, son peregrinos, no sé si los sabias. Nosotros somos gallegos, mi abuelo vino desde Galicia con toda la familia en una Vespa con sidecar, ya sabes, con gafas cortavientos y pañuelo en el cabello la mujer. Eran otros tiempos. Pero lo que te quiero decir es que los asturianos son unos copiones. Los callos son madrileños de toda la vida, pero hay en el mercado latas de callos  a la asturiana ¡No me jodas! La empanada es gallega y punto… ¡Pues nada, encuentras empanadas a la asturiana! ¿Y la gaita? ¿Qué me dices de la gaita? La gaita es escocesa y gallega, pues también hay una gaita asturiana. Y lo peor, Pepe, lo peor: Don Pelayo era Cordobés ¡Cordobés! ¡Un visigodo cordobés! Y resulta que los asturianos se han apropiado de él.

Se detiene un momento para tomar un poco de café. Estamos sentados en una terraza de la calle Carmen. Toñin es efusivo y vehemente en su exposición.

-Te voy a contar el gran secreto de mi familia. Corría el año mil novecientos veinticinco. Acababa de desembarcar la primera oleada en Alhucemas, playa de Ixdaim, comandada por el Coronel Franco. Concretamente, la cabeza de playa la ganaron la VI y VII banderas de la legión. Te recuerdo que Eisenhower estudió detenidamente esta operación, que le sirvió de base unos años después para el desembarco de Normandía. Afortunadamente el comandante en jefe aliado no era asturiano, aunque no descarto nada.

A estas alturas de la conversación, varios jubiletas han hecho coro alrededor nuestro, atraídos por la oratoria de mi amigo.

-Los moros batían nuestras posiciones desde las alturas situadas a ambos lados de la playa, pero los lejías avanzaron sin miedo, mostrando el pelo de sus pechos con las camisas abiertas ¡Qué cojones, Pepe! ¡Qué cojones! Al final de la jornada, los nuestros habían despejado el terreno y la operación era todo un éxito. Fue la primera vez que se utilizaban carros de combate en una operación de este estilo. No tuvieron mucho éxito, pero el postureo asustó bastante al enemigo. Mi bisabuelo era el encargado de la intendencia y fue entonces cuando el Coronel Franco le preguntó:

-¿Angelito, que tenemos para cenar?

-Pues tengo-contestó mi bisabuelo-, unos sacos de harina y unos chorizos, mi coronel.

Ya sabes Pepe, que así eran las raciones K de la época. Así que a mi bisabuelo se le ocurrió hacer unos bollos con lo que tenía y hornearlos. Inventó los bollos “preñaos”. Y lo hizo en Alhucemas, para dar de comer a la tropa. Algún asturiano que anduviese por allí, se quedó con la copla y lo copio. Lo que yo te diga. Esa es la verdadera historia. Copiones, nos han quitado la idea a los Alvarez. Pero qué le vamos hacer. Siempre ha sido así entre gallegos y asturianos.

No puedo parar de reír ante la magnífica historia, pero la risa está a punto de trocarse en llanto cuando uno de los ancianos intenta golpearnos con una tranca, al grito de ¡Viva Asturias! Así que salimos de najas hasta refugiarnos en el metro. Después de despedirme de Toñin, reflexionó sobre lo acontecido. Vivimos en un país cainita, donde los de un pueblo se matan con los del pueblo de al lado. Conozco el caso de un pueblo andaluz que cuando sacaban al cristo en procesión para rogarle prosperidad, le vendaban los ojos al pasar por la carretera que miraba al pueblo vecino, no fuera que también les concediese sus preces ¡hasta ahí podíamos llegar!  Somos el único país del mundo capaz de hacer una guerra civil por los bollos “preñaos” o por la butifarra ¡Qué grande es España, Dios mío, pero que estrecha a su vez!

José Romero

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