viernes, abril 26, 2024
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El futuro de la enseñanza

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El nuevo ministro de Educación, Íñigo Méndez de Vigo, lo tiene mal (gestionar la herencia dejada por Wert se antoja la tragedia de Sísifo), pero ha empezado bien. Concitando esperanza. Tiene dicho que su intención es dialogar con todos y de todo. Una personalidad de la talla intelectual y moral de José Antonio Marina reflexionando en público acerca de lo que podría facilitar el reencuentro entre los profesionales de la docencia y los gestores del Ministerio, quizá le está señalando el camino.

Dice Marina que: «Necesitamos a alguien capaz de convencer a la sociedad de que es una tragedia tener un sistema educativo mediocre… Capaz de comprender que un Gobierno sólo puede impulsar, comprometer, pero que tiene que aliarse con la sociedad… Necesitamos un ministro que pelee por los presupuestos, por los docentes, por los alumnos. Que sea un defensor de la educación, y no un defensor de su Gobierno… Usted no puede hacerlo todo, pero puede animar a las fuerzas sociales que pueden hacerlo todo».

Suscribo las palabras de José Antonio Marina y animo al nuevo ministro a dedicar a ese empeño el tiempo que queda de legislatura. Que no es mucho, pero puede marcar una tendencia. La entrada en vigor de la LOMCE en las comunidades autónomas regidas por el PP -en otras será rechazada- complica mucho las cosas. Es la eterna tela de Penélope de nuestra Historia: el tejer y destejer planes de Enseñanza desde perspectivas partidistas, no de verdadera ambición colectiva. Con todo, si se quiere, si hay voluntad de encuentro, se podrían limitar daños.

En otro tema, tema menor, aplaudo la decisión del nuevo ministro retirando de su despacho el sombrío retrato de Miguel de Unamuno, obra de Gutiérrez Solana. La presencia del «Rector» por antonomasia, aún en pintura, debe haber gravitado sobre más de una de las decisiones tomadas en el aquél despacho. Su rostro avinagrado, como de cabreado, siempre de guardia, impone. Josep Pla («Madrid, 1921, Un Dietario») escribió que Unamuno, «Cuando miraba sin gafas y pese a la blandura de la miopía, se le ponía en los ojos una punta inquisitiva que podía ser desagradable. Delante de aquellos ojos, la tendencia de  casi todos era callar». Se comprende que el ministro haya mandado el retrato de vuelta a Patrimonio. No es tiempo de silencio. Está en juego el futuro de la Enseñanza. Que es tanto como hablar del futuro del país.

Fermín Bocos

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