viernes, abril 26, 2024
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De dobles morales, festividades y otras distracciones

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La prensa portuguesa, la opinión pública –por así llamarla, aunque es solo la opinión de los que tienen mando en plaza como periodistas y opinadores- está estos días algo soliviantada con la detención de Sócrates, con las cosas del Banco Espírito Santo y, curioso, con las festividades que el Gobierno suprimió para ahorrar.

La prisión preventiva de Sócrates (Hipócrates le llamaba el otro día un taxista zumbón), una parte de los socialistas, prietas las filas, empezando por Mario Soáres, es considerada como una conspiración del poder, una caza de brujas orquestada por el infame gobierno de derechas. Y van en peregrinación a la cárcel de Évora, a visitar al escarnecido, perseguido, y mártir. Lo del piso en Passy y los millones en cuentas raras, lo del chófer llevando billetal, eso debe ser un invento de la derechona. Curioso, que cuando se ha tratado de los banqueros nadie ha apelado a habeas corpus ni a nada: ya se sabe, los banqueros son, por principio, siempre culpables. A la cárcel con ellos, algo habrán hecho, como se ha ido luego demostrando.

Pero hablando de otra cosa más inocua, lo más gracioso es el lío que nos traemos en Portugal sobre si hay que restaurar festivos o no. Empezando por el 1º de diciembre, la Restauración de la Independencia respecto a los castellanos en 1640. Ese festivo lo había suprimido el Gobierno, que mantenía en cambio la Inmaculada. Socialistas y demás fuerzas progresistas claman por la restauración de la Restauración. Aquí, patriotas de cuño que no falten.

En un país asolado por la crisis este es el tema que ocupa y preocupa a parlamentarios y políticos, algo que en otro sería un asunto de jefe de negociado. Se comparan los días festivos con Francia y Alemania, sin contar, claro, la eficiencia de las horas de trabajo. Eso no interesa, porque saldríamos mal parados. Muchas horas, poca eficiencia. Como en España, donde nadie que se precie puede salir antes de las  ocho o nueve de la noche (pero nadie cuenta la inmensa pausa para el almuerzo, casi tres horas, pues los españoles vuelven a la oficina a las cinco de la tarde, no se sabe muy bien porqué).

Pero, bueno, nuestros hermanos españoles ahí están bloqueados, con dos feriados seguidos, el 6 y el 8 de diciembre, que nadie toca, o porque con la Iglesia han topado, como señalaba el bueno de Alonso Quijano, o porque con el espíritu de la Transición han tropezado. O porque no se les ocurre nada, ya que la Constitución es inmutable y está grabada en wolframio o en diamante. Este año, merced a los astros, no ha sido viaducto como en años anteriores. En fin, en materia de festivos España no tiene nada que enseñarnos (ni en casi nada, todo sea dicho de paso), pues tienen los estatales, los regionales, los locales (usualmente vírgenes a las que nadie reza, que el español ya ha dejado hace tiempo de ser católico, y no por Azaña) y alguna que otra festividad encubierta más, como ese disparate de días de asueto que los funcionarios pueden tomarse cuando quieren y que han bautizado con el nombre de un antiguo ministro navarro…

Y hablando de encubierta, abogo porque se celebre la Batalla de Alcazarquivir, en la que desapareció nuestro rey don Sebastián, el Encubierto, dando paso a la dinastía de los Austrias españoles. Lo malo es que cae en un 4 de agosto y en esas fechas solemos estar todos de vacaciones, maguer la crisis.

Bueno, en realidad yo he estado y estoy siempre de vacaciones, gracias a mi heredad de Alcácer do Sal, que da lo justo, y a que uno es de natural austero. Así que, tanto los festivos como las conspiraciones para meter en prisión a grandes héroes patrios, víctimas de esas persecuciones que llaman inquisitoriales, me traen bastante al fresco.

Rui Vaz de Cunha

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