jueves, abril 25, 2024
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Opaca lucidez

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Tras el telón, estaba el Almería. Con los dos diapasones variables -Modric y James-, tirados en los márgenes y Ramos, que es origen del vértice, fuera de la convocatoria, el equipo está descuajeringado por el centro y busca su latido más primitivo. El miedo en las bandas. La velocidad y la geometría de la BBC o el porno festivo de Isco y Marcelo. El Almería jugó como si no pasara nada, como si al otro lado estuviera el ferreterías avenida: mordiendo los espacios, truncando el diálogo entre los medios rivales con puntadas de violencia doméstica y llegando al área de Casillas sin mirar de reojo. Los centrocampistas del Madrid hablaban idiomas diferentes y sólo encontraban de cuando en cuando a los galgos de arriba. Por supuesto el balón rondaba la ocasión cada dos minutos, otra cosa con Cristiano, que incluso en un mal partido tira y tira del tejido del campo hasta volcarlo hacia sí, sería una señal del fin de los tiempos. Bale y Ronaldo eran dos enamorados autistas con Karim compareciendo sólo cuando le convenía. El portugués no le pasaba el balón al galés, porque no le daba la gana y porque allá lejos había un compañero desmarcado para marcar el gol del siglo. El galés andaba tañendo todos los registros que podía, pero sin música en los pies ni ritmo en las entrañas. Parece a veces que lo invitaron tarde a la función y tiene que adquirir nuevos méritos en la primera media hora de cada encuentro.

Este partido lloviendo, ¡ganaría mucho! exclamó un hombre al que le colgaban las piernas del taburete, señal inequívoca de exasperación, baja estatura o ambas cosas a la vez. 

Dándose por aludido, Isco, que estaba metido en el juego con calzador, como si fuera parte de otro reparto, controló un balón en el área con el pecho y lo bajó a los mismos pies de su enemigo. Bailó dos veces hacia fuera y mientras su marcado pensaba en cómo perder el equilibrio, disparó con un efecto nacido del mismo minué de la jugada y el balón acabó en la red con tal suavidad que se tenían que haber llevado la pelota en una urna.

 El escorzo de Bale al rematar de cabeza es de una belleza clásica

Una jugada después, el Almería (estos conjuntos pequeños son un todo), cazó un rechace en la zona prohibida de Xabi (ay) y fusiló a Casillas que se estiró un rato después. El Madrid se dejó llevar por el tobogán que le ofrecía el equipo andaluz y comenzó a transitar con alegría por las autopistas exteriores del encuentro. Es Kroos el que tiene un balón en tres cuartos y le da a la palanquita de tirar roscas con el puntito erótico de los nuevos alemanes. El escorzo de Bale al rematar de cabeza es de una belleza clásica. Y además es gol. 

En la tele empiezan a ofrecer repeticiones que muestran al galés en línea con los defensas. En un momento entre la repetición vigésimo sexta y la quincuagésimo tercera, al galés le sale una extremidad pulposa en la zona donde los demás mortales tienen el corazón y los comentarista sentencian que hubo fuera de juego. El fuera de juego de Bale, cada vez más inequívoco, se pasará en el intermedio y en los momentos neutros del partido que son muchos. Es una forma de educar a la ciudadanía en el odio al poderoso. Una redistribución onírica de la riqueza sin trasvase al mundo real.

La segunda parte trajo un Madrid con un plan más concreto. El que se cuenta en el primer párrafo. Parapetarse en zonas escogidas y soltarle las riendas a los señores de los espacios; o la burla del dúo cómico de la margen izquierda. Hay un rato en el que al Almería le llegan contras mal tiradas (sin James todo es estampida) como si fuera una lluvia de meteoritos. Bale arrastra detrás una multitud incapaz de seguir su paso de gigante; pero se queda a medias entre el pase rencoroso a Cristiano y el disparo con el ángulo ya muerto. Por esas mismas veredas abiertas, se cuelan los jugadores del Almería, y en una de esas le pillan la espalda a Marcelo que se alborota y hace algo parecido a un penalti.

 El 1-3 fue el gol que a veces se niegan Bale y Cristiano por su obsesión estadística

Es la hora de partido, por fin parece que le va a caer al Madrid un rato de metal y sufrimiento encima. Enfocan la cara al encargado de tirar la pena máxima y el madridista respira aliviado. Es un hombre común y corriente incapaz de hacerle daño al equipo del pueblo, al portero de los niños, al preferido de la afición. Dispara para cubrir el expediente y Casillas se tira hacia el lado que habían convenido. Ahí se acabó el dilema, el Real dejó de pensar en la siguiente semana, tan llena de fastos y de partidos, y comenzaron a brotar las ocasiones disparadas desde cualquier lugar. Incluso Pepe se animaba y salía a colonizar nuevos territorios para la corona.

Llegaron otros dos goles en el rush final, con el Real picando cada vez más arriba emborrachado del oxígeno que le había dado Iker con su parada. El 1-3 fue el gol que a veces se niegan Bale y Cristiano por su obsesión estadística. Primero dibujaron una greca entre los dos, y Karim se deslizó por el hueco gigantesco que provoca la atracción de los dos soles. Allá se fue el francés, y acá volvió el balón, a las botas de Ronaldo que embocó de primeras. Pareció todo la continuación de un mismo gesto. El tanto final fue cosa de la cabezonería de Carvajal, que se fue de dos defensores porque sí y dibujó un pase de la muerte para Cristiano, con su tobillo de pan y goma.

Sólo hubo un cambio y los jugadores corrían cada vez más y más y más, desmintiendo su supuesto cansancio. El fútbol está en la cabeza. Todo lo demás es ánfora vacía.

ALMERÍA, 1 – R. MADRID, 4

Almería: Rubén; Michel, Ximo, Trujillo, Fran Vélez (Corona, m. 81); Verza, Thomas, Edgar, Dubarbier (Zongo, m. 59), Soriano (Wellington, m. 66), Hemed. No utilizados: Julián, Azeez, Dos, Thievy, Mané.

Real Madrid: Casillas, Varane, Pepe, Carvajal, Marcelo; Kroos, Isco, Illarramendi; Bale, Cristiano, Benzema (Coentrão, m. 84). No utilizados: Navas, Nacho, Arbeloa, Jesé, Chicharito,  Medrán.

Goles: 0-1. M. 33. Isco. 1-1. M. 39. Verza. 1-2. M. 41. Bale. 1-3. M. 81. Cristiano. 1-4. M. 88. Cristiano.

Árbitro: Álvarez Izquierdo. Amonestó a Verza, Bale, Dubarbier, Soriano, Marcelo, Illarramendi, Vélez, Cristiano.

13.950 espectadores en el estadio de los Juegos del Mediterráneo.

Ángel del Riego

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