sábado, abril 27, 2024
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Arañas, piedras, estrellas… (a vueltas del verano)

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La arañas, tejedoras constantes, mantienen el equilibrio de la vida. Aunque proscritas en los fragmentos del mundo que habitamos, asépticos y alérgicos, hay lugares donde el brillo de sus telas al resol expresa la presencia de una naturaleza poderosa y un orden dispuesto a pervivir con ella.

El Sobrarbe, por ejemplo, en el Pirineo aragonés, donde las piedras ocupan su lugar y encuentran su función en la reconstrucción de los pueblos. Obras de humano propósito que contrastan con tantos paisajes destruidos, áreas geográficas que el culto al dinero fácil convirtió en “pertinaz pesadilla o espectacular adefesio”, como escribía Juan Goytisolo en estos días lejanos ya de agosto (léase además “Arizónica”, de Carlos Penedo aflojando los ojos y soltando la cabeza en el estío).

Un territorio aquél en el cual, cuando la meteorología lo permite, el cielo es pródigo e inconmensurable, sin más límite que los parámetros del tiempo y el espacio desde los que miramos. A menor contaminación lumínica mayor amplitud y detalle; a más oscuridad más luz, más lejos.

Creo que en nuestras escapadas, como los bisontes de Yellowstone, de donde no queremos ni podemos permanecer, hasta nos vertebraríamos mejor como país si nos adentráramos en territorios menos tópicos y abrasados, buscáramos refugio en estos otros espacios que se reivindican, respetan y ofrecen con dignidad; zonas que, de manera inversa a como suele suceder, acaban dando siempre algo más que lo que su publicidad promete.

Comienzo a leer allí, en el Sobrarbe, Modesta España. Paisaje después de la austeridad, de Enric Juliana. Deliciosa no sólo la metáfora del Caballero del Verde Gabán que atraviesa sus páginas, cervantino trasunto de una España erasmista que pudo ser y no fue; antes aún, en los principios, la cita de Jankélévitch sobre tal virtud, o solo actitud si se prefiere.

La modestia entendida como movimiento, “conciencia inquieta que nunca olvida el dolor del ser impuro, (que) intuye un orden justo y racional (y) reina sobre una macedonia de tendencias incoherentes”. Que es ironía, pero no la “ironía solemne de una conciencia que solo se toma en serio a sí misma, sino la que se toma en serio todo aquello que merece ser tomado en serio”.

Frente a la humildad y el arrepentimiento que el poder ahora nos pide, Juliana propone a todos un pacto de modestia contra la ensoñación y el cinismo. Un pacto imposible, dice.

José Luis Mora

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