viernes, abril 26, 2024
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Los ojos cerrados

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“La Guardia Civil no usa fuego real en ningún caso. Ni muchísimo menos disparar a personas que están nadando en la mar tratando de luchar por sus vidas. (…) Pelotas de goma en la mar no, en la valla”.

La afirmación es del director general de la Guardia Civil. ¿La realidad de lo sucedido en Ceuta? Se utilizaron pelotas de goma y balas de fogueo en el mar para hostigar a un grupo de inmigrantes que se estaba jugando la vida para tratar de alcanzar la orilla. Disparos en vez de ayuda. Quince fallecidos. No soy un experto en métodos disuasorios, pero si se disparan pelotas contra el mar no es para disuadir a las olas de llegar a la orilla; es para disuadir a las personas de hacerlo. Para amedrentarlas. Para espantarlas. 

El Gobierno ha vuelto a colocar a España en el disparadero

No contento con ello, se ha permitido amenazar a diestro y siniestro con querellas criminales contra quienes difamen a la Guardia Civil. Como si lo que hiciera daño a este cuerpo fuera la verdad de lo sucedido y no las afirmaciones y amenazas con las que su director ha tratado de tapar una actuación cuando menos imprudente. En realidad, quien ataca el honor de la Guardia Civil es quien deshonra con su actitud y sus falsedades sobre esta tragedia el trabajo ejemplar de miles de agentes a lo largo y ancho del país.

Tan es así que el ministro del Interior se ha visto forzado a comparecer y tener que admitir que lo que denunciaban los propios inmigrantes supervivientes era la verdad –toda una lección a tener en cuenta de cara al futuro– y que las sucesivas versiones dadas por el Gobierno la ocultaban. Y aún está por ver si la versión ofrecida por el ministro, la enésima de la serie, no se ve nuevamente superada por la realidad de los hechos. Hechos por los que nadie ha asumido responsabilidades. Hechos que deben ser esclarecidos de una vez.

Lo cierto es que con su actuación, el Gobierno ha vuelto a colocar a España en el disparadero. Lo hizo con la ley de seguridad ciudadana, desproporcionada a ojos del Consejo de Europa. Luego, con la reforma de la ley del aborto, cuya retirada ya ha pedido el Parlamento Europeo. Ahora, con el drama de Ceuta, que ha llevado a la Comisión Europea a exigir que se esclarezca lo sucedido y ha reconvenido a España para que garantice el pleno respeto de los derechos fundamentales. El Gobierno de España, una vez más, motivo de preocupación.

El problema es europeo y Europa debe asumir el rol que hasta ahora ha evitado

El problema, con todo, va mucho más allá. Porque la presión sobre Ceuta, o sobre Melilla, no puede combatirse únicamente y exclusivamente con vallas más altas, espigones más largos o concertinas más dañinas: el salto es tan grande entre los dos lados de la frontera que siempre habrá seres humanos desesperados dispuestos a jugarse la vida para escapar del conflicto o alcanzar el sueño de una vida mejor y siempre habrá mafias dispuestas a jugar con su necesidad.

Europa, por tanto, debe implicarse. Porque el problema no es exclusivamente español, como no lo es exclusivamente italiano ni ninguno de estos países puede enfrentarlo por sí solo. El problema es europeo y Europa debe asumir el rol que hasta ahora ha evitado ejercer en su frontera sur mediante la puesta en práctica de políticas de desarrollo en los países de origen, de impulso de la inmigración legal, regulada y controlada y de combate de la inmigración ilegal y del tráfico de personas. Esa es la cuestión.

Quizás ahora que Suiza ha puesto a Europa ante sus propios fantasmas interiores, el viejo continente esté dispuesto a dar respuestas a sus problemas exteriores. No se puede seguir jugando a vivir con los ojos cerrados.

José Blanco

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