sábado, abril 27, 2024
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Mourinho como síntoma de esta España en destrucción

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Confesaré que no soy hincha de nadie, pero en absoluto del Real Madrid. Y ahora no le tengo fobia porque todavía puedo discriminar entre el club y su entrenador; aunque no es fácil. Mourinho es como un dictador de club.

Mourinho es como un dictador de club

Consiguió el poder absoluto y lo sigue ejerciendo en la debacle. Los dictadores son responsables de sus circunstancias, pero necesitan ayuda para llegar a serlo. El entrenador del Madrid pudo convertirse en déspota por la unción que le hizo Florentino Pérez. No ofertó disimulos: pidió el poder absoluto y se lo dieron, sin necesidad de un golpe de estado.

Uno más de los reyes de la construcción que le convirtió en millonario gracias a la burbuja que promocionaron en España José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero. Florentino quiere gobernar el ladrillo y el balón; de momento le deber ir bien con el cemento.

Hubo un tiempo en que la Casa Blanca y La Moncloa estaban sincronizadas en sus intereses. Huella del favor político -qué fácil lo tuvo Gallardón para no dar explicaciones- son esas torres inmensas que ocupan el solar de lo que fue «ciudad deportiva del Real Madrid». Una especie de recalificación de terreno deportivo a chollo constructivo. Y no pasó nada.

Florentino ha demostrado su complicidad con los modos de Mourinho que ha convertido al Real Madrid en el símbolo de la bronca y de la falta de estilo deportivo. Todavía invocan la grandeza desde el lodo.

Ha convertido al Real Madrid en el símbolo de la bronca y de la falta de estilo deportivo

El viernes se estrelló contra su propia caricatura. Chulo, como nadie; ególatra, egocéntrico y narcisista. Expulsado del banquillo en la final de la Copa del Rey, promotor de turbamultas y un peligro para el ejemplo de nuestros hijos. Pero gana un montón de pasta y encima amenaza con irse del club y conseguir que éste le perdone un montón de millones de indemnización.

Mourinho es un símbolo de nuestros tiempos. Pagarse de sí mismo es un buen negocio en esta España construida por Zapatero y Rajoy. Ser grosero, no tener educación y ser un tirano es rentable. Hacer alarde de sus propias vendettas, un signo de poder que no recibe otro castigo que un montón de millones: Iker en el banquillo y Pepe en el quilombo: siempre dentro y fuera del terreno de juego.

Creo que la esencia de lo que representa este entrenador es una de las tragedias nacionales aunque el sea portugués. Desprecio al adversario, chulería, falta absoluta de escrúpulos. Si para rehabilitarlo hiciera falta un indulto del Consejo de Ministros, no tardarían quince minutos en concedérselo. Menos mal que perdió el partido. Si gana, tal vez tuviéramos que seguir aguantándolo. ¡Good Bye mister, que le vaya bonito!

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Carlos Carnicero

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