viernes, abril 26, 2024
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Quienes nacimos en los primeros 60, lo hicimos en un país que, en materia de igualdad, salía de la Edad Media. La mujer era mero apéndice del hombre, con una consideración civil semejante a la minoría de edad, y muchos ámbitos -educativos, profesionales, sociales- aún estaban vetados porque, como el brandy Soberano, eran «cosa de hombres». Crecimos con cuentos en los que las protagonistas femeninas o eran princesas pánfilas o madrastras malvadas, con algunas excepciones de heroínas valientes que solían terminar en la hoguera, camino de los altares. En la tele, los payasos recordaban a la pobre niña que no podía ir a jugar porque tenía que planchar, o nos reíamos con chistes de borrachos maltratadores. España llegó a presentar al Festival de la OTI una canción que decía: «Rómpeme, mátame, pero no me dejes, no, mi vida». Y casi ganamos.

La plena igualdad legal aún no se ha materializado en igualdad real

Son sólo algunos ejemplos que evidencian el camino recorrido en estas últimas décadas, lo que este país ha cambiado. No sólo hasta lograr estándares que nos homologan en materia de igualdad, sino que nos sitúan a la cabeza del mundo.

Pero cada 8 de marzo, las estadísticas, como una bofetada, nos demuestran que la plena igualdad legal aún no se ha materializado en igualdad real. Y con una frecuencia superior a lo soportable escuchamos voces como la del diputado Toni Cantó presentando al hombre como víctima de las políticas de igualdad y frivolizando con la violencia de género, o la de el dirigente socialista Jesús Ferreira, mandando a hacer punto de cruz a la ministra de Empleo, o la de María Dolores de Cospedal, haciendo un discurso más trasnochado que el machismo que pretende denunciar, o tenemos que taparnos la nariz al ver como el PSOE pacta una moción de censura en Ponferrada con un antiguo acosador. Lo que nos demuestra que el machismo es persistente y aflora de manera transversal sin respetar sexo, ideologías o edades. Y nos debe prevenir ante la evidencia de que no es sólo que nos falte camino para culminar la igualdad, sino que incluso podemos dar marcha atrás.

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Isaías Lafuente

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