A la caída demoscópica en picado de Mariano Rajoy se une ahora la crisis interna del PP manifestada en el enfrentamiento interno por la decisión de excarcelar al secuestrador de Ortega Lara. Las primeras reacciones mediáticas desempolvan la situación creada hace cuatro años largos, cuando el PP acababa de perder por segunda vez consecutiva las elecciones generales. Era el congreso de Valencia en mayo de 2008. Luego vino la crisis económica, que ayudó mucho al líder del PP al tiempo que hundía al del PSOE, que terminó por perder las generales de noviembre del año pasado, con esa mayoría absoluta del PP que le vino regalada por las circunstancias adversas de la economía, agravadas en España por culpa de la explosión de la burbuja inmobiliaria. Pero la felicidad les ha durado al presidente Rajoy y su partido el tiempo de un suspiro, no más de un par de meses tras su toma de posesión a finales del 2011. La crisis Bolinaga es muy importante, pues cruje la unidad en un tema extremadamente sensible en un partido como el PP.
Pero es más importante aun lo que tiene de manifestación escandalosa de que se acabó la luna de miel interna, luna que se había terminado a nivel popular muy pocas semanas después del comienzo de la andadura del Gobierno de la derecha. Las cosas se ponen para Rajoy en trance de retornar a la situación de mayo de 2008. Es una broma de mal gusto que el presidente asegurase aquello de que va a ganar las próximas elecciones generales, cuando lo que puede sucederle es que se vea descabalgado del poder en los próximos meses. La actitud de diversos medios de la derecha dura es el anuncio de lo que puede venir a continuación. Y el enfrentamiento del sector duro de Mayor Oreja y Esperanza Aguirre con el marianismo, que representa a un sector muy importante del partido, augura una fractura interna de gran calado. Rajoy no es un extremista, lo que es más bien es un señor débil y poco dado a tomar decisiones y menos si estas se refieren a problemas internos de su partido. En seguida lo veremos. Ah!, y de acuerdo con lo que el Gobierno hace con Bolinaga.
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Pedro Calvo Hernando