El poder o la expectativa de alcanzarlo es el mejor remedio para mantener unidos a los dirigentes de los partidos políticos. Cuando se pierde y las expectativas de recuperarlo son escasas o de larga distancia, las relaciones entre compañeros se tornan ásperas porque como hay poco que llevarse a la boca, la tajada que se lleva uno deja en ayunas al resto. Por ese trance está pasando el Partido Socialista de Andalucía a cuenta de los puestos en las listas para concurrir a las elecciones autonómicas del 25 de marzo. Rubalcaba se marchó de Sevilla creyendo que había dejado atado y bien atado en Andalucía el futuro inmediato del partido. Los hechos han venido a demostrar que no fue así; ahora se ve que la apuesta de José Antonio Griñán por Carme Chacón ha dejado a los socialistas andaluces con el corazón político «partío». La dimisión de José Antonio Viera, secretario provincial de Sevilla, es algo más que un caso de resabio. Es el síntoma de algo más complejo. Ni la cercanía de la cita electoral -que aconsejaría aplazar las discrepancias-, ha sido suficiente para ocultar, siquiera temporalmente, la fractura política que se barrunta.
Fermín Bocos