sábado, abril 27, 2024
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Querida Carmen…

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Querida Carmen: Te escribo en esta mañana fría para que no se diga luego que, hoy, ya no tienes quien te escriba después de la dolorosa derrota que has sufrido en el Congreso de Sevilla. Las derrotas son huérfanas. Además, porque nadie puede entender mejor que yo tus sentimientos. Yo también me quedé un día colgado de una brocha y sé lo mal que se pasa.

Lo tuyo del sábado fue una cabronada. Tenías ganada la Secretaría General del PSOE, eras la virtual ganadora del Congreso, las nuevas generaciones de socialistas te apoyaban y, encima, eras mujer y catalana. Todo el futuro se abría ante esa mirada de miope operada que tanto encanto te proporciona. Pero tu juventud no contaba con el peligro que tienen las culebras aunque no tengan cuernos.

Estabas tan segura de la victoria que no tomaste las medidas oportunas de prudencia en el discurso que diste antes de la votación. Ahí, te pasaste. Mucho. Cinco o seis pueblos. Y esa fue tu perdición. Tu discurso mitinero y algo estrambótico, lleno de tópicos e histrionismo, con conceptos más propios de delegado de primero de carrera que de una líder de un partido centenario no fue el adecuado al lugar ni a la ocasión. Sobre todo cuando dijiste que “el PSOE ya no mandaría desde Ferraz”. En ese momento, el vértigo, casi pánico, se apoderó del aparato y de los viejos socialistas y entre todos decidieron que tú no eras la persona adecuada para llevar las riendas del partido. Y, menos, desde Cataluña. Y los González, Guerra, Bono y demás popes socialistas se pusieron en movimiento. Habías firmado tu sentencia de muerte política.

Había que echar cuentas y las echaron. Necesitaban 25 votos para asegurar a Rubalcaba. Más valía lo malo conocido… Y se fueron a por ellos a la federación andaluza. Donde los había. Y allí convencieron a Griñán de la necesidad que tenía el partido de esos 25 votos para derrotarte y le ofrecieron, a cambio, la Presidencia del partido. Y el Presidente andaluz, que andaba demandando una salida airosa para después de las elecciones autonómicas fuera de Andalucía, pidió a un puñado de sus fieles que, como él iban a votarte, el cambio de voto. Y se consumó tu sacrificio.

Después lapidaron a los tuyos. Habían cometido el delito de apoyarte. Anatema. ¿Qué vas a hacer ahora, Carmen? En Cataluña no te quieren porque ya eres españolista. En el partido no te quieren porque quisiste ir más allá. Y en el resto de España tampoco porque ya hay quien está intoxicando con que eres un peligro. Como Zapatero. Y a mí, créeme, me da mucha pena. Hoy eres la propia imagen de aquella mariposa que se quemó las alas por acercarse demasiado a la luz.

Llevaban razón los que decían que este Congreso llegaba demasiado pronto. Que había que dejar pasar el tiempo para madurar el cambio. Porque ya ves, siguen mandando los mismos. Y esos mismos han preferido que sea Secretario General el compañero que llevó al PSOE a la derrota más abultada de su historia reciente. Casi vergonzosa derrota. Y que vicesecretaria sea, precisamente, su jefa de campaña. La que la propició. Así se escribe la historia.

Pinocchio

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