viernes, abril 26, 2024
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Terrorismo en el país de la paz

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Las primeras conclusiones sobre la personalidad de Anders Behring Breivik, asesino de Noruega, tanto por sus declaraciones a la policía como por los rastros que ha ido dejando, es que su concepción del mundo y todo lo que le rodea está basado en la islamofobia y el racismo. Algunos añaden la cuota imprescindible de fanatismo contra las ideas de izquierda y sus fundamentalistas ideas religiosas de corte cristiano. Dicho así parece que nos encontramos ante la estampa de un nuevo terrorismo. Y no lo es. Todos esos ingredientes –cambie las cargas mal llamadas religiosas y políticas y mantenga el resto- son los mismos en todos los terrorismos que azotan el mundo. En este caso también se añade en potencia elevada a la “ene” la realidad virtual de lo que ha sido su vida, como demuestra su confesión en el interrogatorio policial: los crímenes han “sido atroces, pero necesarios”.

De todos modos, el perfil fanático del asesino era conocido por la policía noruega lo cual deja a los investigadores con muchas preguntas que responder. De acuerdo que podría no haber dado motivos para que se actuara de oficio contra él, pero al margen del terrorismo organizado, por desgracia ya hemos tenido en Europa episodios de matanzas llevadas a cabo por descontrolados.

Igualmente dudosa o más es la falta de seguridad en los edificios gubernamentales de la capital. Por mucho que Oslo pudiera significar el paradigma de “Ciudad de la Paz”, determinados niveles institucionales no pueden quedar exentos de seguridad en la “certeza” de que no sufrirán ataques. Sobre todo sabiendo lo que ha ocurrido en otras capitales europeas.

La policía tendrá que investigar todos los movimientos del terrorista y, las autoridades deberán poner todos los medios para impedir que otro fanático, por el efecto contagio, o un grupo organizado puedan repetir algo similar.

A diferencia del terrorismo internacional o local, como el de ETA, que no deja de ser una organización de locos, el caso de Anders es el de un loco organizado.

Y los estragos que causa son los mismos.

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Alfonso García

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