José Blanco es el nuevo ministro portavoz del Gobierno, cartera que, al parecer, anhelaba Ramón Jáuregui. El caso es que el ministro de la presidencia seguirá siéndolo y deberá, en el tiempo que queda, suplementar su tarea de gestión ministerial aportando el valor de su conocimiento y ayudando al nuevo candidato a fortalecer su identidad en el conjunto del PSOE y del país.
Pero el caso es que el que es, es José Blanco. El Ministro de Fomento y nuevo portavoz hará un trabajo indispensable en el último tramo de la Era Zapatero. Tan importante, al menos, como el que ha representado desde que contribuyó a sus éxitos políticos, primero con la victoria congresual y luego con las sucesivas victorias electorales.
Blanco será la voz del Gobierno, como lo ha sido del partido. Y eso es importante, porque identifica con nitidez la naturaleza política del discurso gubernamental y contribuirá a fortalecer el discurso político del candidato presidencial.
Al PP no le gusta Pepe Blanco. Les cae mal porque tiene personalidad y contenido, porque contiene su dialéctica elementos indispensables entre los que quieren aportar ideas para su país. No les gusta porque no se arredra, ni decae en su empeño de explicar y denunciar. No les gusta porque fortalece la moral de los militantes de su partido y hace reconocible el discurso del PSOE entre los electores y, muy especialmente, entre aquellos que más lealtad electoral demuestran. Pepe Blanco tiene coraje político, y por eso no les gusta a los políticos de derecha.
Pero a los demás, que son muchos, parece que sí les gusta, porque quienes lo abominan no han podido ni con él ni con sus propuestas políticas, ni con la fortaleza de su gestión ni con la entereza con la que defiende sus principios. Y eso hace visibles las debilidades del PP tanto como las incapacidades de sus portavoces y líderes, a los que Blanco derrota cada vez que debate con ellos. Blanco puede con ellos y ellos se sienten humillados por Blanco. Y aún así, le deben reconocimiento y respeto. Aunque no lo sepan, o no sepan enterarse, o no quieran que es una forma indirecta de faltar a la verdad, mentirse.
En este interesante periodo, Blanco será una pieza de extraordinaria y de capital importancia en la definición del futuro. Atentos.
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Rafael García Rico