lunes, mayo 6, 2024
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Yemen, Siria… y Libia

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En Yemen, la situación está al límite con el presidente Saleh herido en un ataque al propio Palacio presidencial y refugiado en Arabia Saudí, mientras sigue la violencia extrema. La ineficacia de los Gobiernos, la corrupción y las guerras tribales son la causa de una protesta que lleva meses llenando las calles pero que sólo ha logrado decenas de muertos inocentes. Si sigue Saleh, la represión sería aún más brutal. Si gobiernan los legítimos vencedores de las últimas elecciones, posiblemente también. Pero ni Europa, ni la OTAN ni la ONU han dicho nada. Bueno, sí, Europa ha dado orden de evacuar a sus ciudadanos.

En Siria se han sobrepasado ya todas las líneas rojas de la represión por parte del Gobierno de Bachar Al Asad. Un día ofrece amnistía y diálogo y al siguiente las tropas sirias matan a tiros a decenas de manifestantes. La situación empeora desde marzo. La brutalidad del Ejército sirio es casi tanta como los intentos del Gobierno, incluso cortando Internet, para que nadie sepa lo que pasa allí. Pero Europa, la OTAN y la ONU callan.

En Costa de Marfil, Amnistía Internacional acusa al presidente saliente de «crímenes contra la humanidad» y de asesinatos «selectivos», es decir, de matar a quien se pone por delante. Acaba de presentar un informe cuyo título es terrible: «Miraron su carné de identidad y le asesinaron a tiros: seis meses de violencia postelectoral en Costa de Marfil». Las atrocidades siembran el terror en una población golpeada por la pobreza. Pero Europa, la OTAN y la ONU callan.

En Egipto o en Túnez, las protestas de los ciudadanos no han cambiado casi nada. En Túnez, como declaraba hace poco el primer ministro provisional, «los partidos musulmanes emergen como los más organizados». Nada más y nada menos. Pero Europa, la OTAN y la ONU ya se han olvidado de lo que pasó. Al igual que todos los ciudadanos del mundo que aplaudieron las revueltas pacíficas de los ciudadanos indignados.

Sólo en Libia ha sido distinto. Sólo en Libia, España, Europa, la ONU y la OTAN han puesto en marcha una extraña operación de protección a la población civil que hasta ahora no ha dado ningún fruto. Todo lo contrario. Gadafi, el monstruo que alimentó Occidente, sigue detentando el poder, han muerto centenares de civiles y cada día hay menos seguridad en todos los territorios. Ni los bombardeos ni la destrucción de no se sabe cuántos centros militares han servido para nada. Este fin de semana, las fuerzas «pacificadoras» atacaban también con helicópteros. Ya sabe ustedes que lo de Libia es «una misión de paz». En los periódicos y en los telediarios no hay ni un segundo para informar de esa misión militar. ¿Para qué fueron, hasta cuándo estarán y con qué resultados? ¿Por qué no han intervenido en otros lugares donde la corrupción, el asesinato indiscriminado y la violencia ponen en peligro la vida millones de hombres y mujeres? No basta con indignarse, hay que ser coherentes, transparentes y eficientes.

Francisco Muro de Iscar

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