miércoles, abril 24, 2024
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Demostraciones de fuerza contra demostraciones de farsa

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«No va conmigo», dice Sarah Palin al montar en un autobús adornado con su nombre en letras de un metro. «No es una gira en pos de publicidad», dijo a su interlocutor de la Fox News, delante de las cámaras.

Se trata, más bien, «de destacar los aspectos positivos de América». Como: las dependencias de Donald Trump en la Torre Trump y los estudios de Fox News en Nueva York – escalas ambas de su gira «One Nation».

En realidad, hay ya una gira en marcha que pone de relieve las grandes cosas de América, pero no es la de Palin. Es la gira de despedida de Robert Gates, secretario de defensa de los presidentes Bush y Obama cuya labor durante los últimos cuatro años y medio ha mejorado dramáticamente el estado del ejército estadounidense. Mientras Palin jugaba al gato y al ratón con la prensa por la interestatal 95, Gates se embarca en una gira por Asia y Europa donde recibe el agradecimiento de soldados y los halagos de los aliados.

Gates, que siguió ocupando el puesto a petición de Obama, se ocupó de los programas sagrados de armamento del Pentágono despidió a los Generales ineficaces, llevó a cabo el incremento en Irak, rediseñó un esfuerzo bélico que se tambaleaba en Afganistán y capturó a Osama bin Laden.

Durante ese tiempo, Palin dimitió como gobernadora de Alaska, pasando entonces a una vida de 100.000 dólares en honorarios por conferencia, programas de reality televisivo e incendiarios discursos políticos. 

Las visitas rivales de Gates y Palin ponen de relieve lo mejor y lo peor de la vida pública estadounidense. Ambos se declaran Republicanos, pero él procede de la mejor tradición de servicio a la nación al tiempo que ella es un compendio de egoísmo. Él es modesto; ella pomposa. Él armonizó la política exterior estadounidense; ella ponía miras telescópicas sobre los distritos legislativos Demócratas y luego aulló «libelo de sangre».

Dice mucho del estado de nuestra política que Gates esté impaciente por pasar al anonimato mientras Palin vuelve a ser tomada en serio como potencial candidata presidencial.

Las travesuras de Palin desde que renunciara como gobernadora en 2009 son numerosas: cazar renos en su programa del canal TLC Discovery, jalear a su hija en la edición estadounidense de «Mira quién baila», azuzar la teoría conspirativa del nacimiento de Obama, acuñar el término «refudiar», y embolsarse millones mientras especifica el avión privado «Lear 60 o mayor» para cubrir sus necesidades de transporte.

La gira en autobús de la semana pasada prolongó la vanidad: presentarse en una concentración del Día de los Caídos en Washington vistiendo cuero negro, y asegurándose audiencia con Trump y pizza en Times Square.

Como es habitual, la sinceridad de Palin es sospechosa: Aunque afirma «Honestamente no me fijo en los estados según la fecha de sus primarias», su gira, en total coincidencia, la lleva de New Hampshire (donde se dejó caer por el acto oficial de inicio de campaña de Mitt Romney por tener una fiesta informal cerca) a Iowa, pasando por Carolina del Sur. En su entrevista con la Fox, Palin dijo que no participaría en una nueva cinta halagadora acerca de ella, pero más tarde confesó que «puso la voz».

La gira incluyó toques característicos de Palin: manipular a los medios (se negó a compartir el itinerario, lo que hizo que unidades móviles de televisión la siguieran llegando a Filadelfia), sacar beneficio económico (solicitaba «donaciones generosas» al SarahPAC), y lanzar granadas retóricas (América se está «muriendo», Obama «mima» a enemigos).

Compare eso con Gates, que sentó un nuevo estándar de honestidad cuando, en su vista de confirmación en el año 2006, admitió que Estados Unidos no estaba ganando en Irak. Al Pentágono llevó nuevo aperturismo: Puso fin a la orden mordaza que prohibía la cobertura de ataúdes envueltos en la bandera en la Base Dover. Contrató a un periodista, Geoff Morrell, para reparar las relaciones con la prensa. Redactaba notas personales a las familias de los soldados caídos y asistía a los funerales.

Gates trajo nueva transparencia, despidiendo a oficiales de alta graduación por los escándalos del hospital militar Walter Reed y la mala gestión del arsenal nuclear. Se enfrentó al Congreso y a la burocracia del ejército para canalizar fondos a la protección de los efectivos. Su defensa enconada de la necesidad de blindados antiminas salvó incontables vidas, y su iniciativa de
 mejora de la evacuación médica en Afganistán recortó el tiempo medio que se tarda en trasladar al hospital a los soldados heridos hasta 40 minutos frente a 100.

Su inusual sinceridad siguió presente hasta su viaje de despedida. Durante su viaje, afirmó que «todo va a contemplarse» a la hora de realizar los recortes del gasto en defensa, habló en detalle de «las instancias militares chinas que son motivo de preocupación para nosotros», discutió las carencias en Afganistán y reconocía su discrepancia con la decisión de Obama de atacar Libia.

Triunfar como ha triunfado Gates con presidentes Republicanos y Demócratas constituye un triunfo poco común. Pero Gates se marcha con humildad característica. «Lo mejor que podría hacer cuando me marche», decía al periodista del Politico Mike Allen al comienzo de su viaje,» es mantener mi boca cerrada, un tiempo por lo menos».

Ojalá Sarah Palin supiera captar eso.

Dana Milbank

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