viernes, abril 26, 2024
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Gerónimo: La muerte ha muerto

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Solo los más desinhibidos de entre los habitantes de la parte del planeta que conocemos como Mundo libre han mostrado sin ambages su satisfacción por la muerte del sanguinario criminal OBL, cabeza visible de un movimiento enorme que tiene declarada la guerra a la civilización occidental. La noticia es excelente se mire por donde se mire.

Pero en nuestro pacato mundo de ursulinismo laico hay demasiados tabúes para poder aceptar sin más tal extremo. Así nos hemos encontrado con que la mayoría de los líderes políticos en la Europa continental, y particularmente en España, se han felicitado por la “desaparición” de Bin Laden. Suena a sarcasmo que se utilice precisamente ese término a modo de eufemismo, cuando el mayor quebradero de cabeza de los responsables de defensa y de seguridad en occidente durante los últimos años ha sido justamente la desaparición de Bin Laden y la imposibilidad de localizarlo de ninguna manera. De lo que se alegran estos señores es de que el tal Osama haya muerto o, para ser más precisos, de que lo hayan matado. Si en el siglo XX muchos filósofos certificaron la muerte de Dios, en nuestro siglo XXI procede dar cuenta de que la muerte ha muerto, puesto que ha desaparecido del discurso y del pensamiento.

Ahora se discuten lo términos de la operación Gerónimo, si el sujeto estaba armado, si intentó repeler al agresión y fue abatido en legítima defensa por los SEAL norteamericanos… Cuando los comandos checos entrenados en la Inglaterra de Churchill llevaron a cabo el atentado que acabó con la vida de R.Heydrich en Praga (la operación Antropoide, que contó como aliados con la septicemia y el pertinaz antisemitismo del sujeto) nadie se vio en la necesidad de realizar análisis tan depurados o de considerar la relevancia de que al jefe nazi le diese tiempo a disparar a sus agresores. Simplemente se consideró una acción lógica y eficaz en el seno de un escenario de guerra contra las potencias del eje que habían ocupado ya casi toda Europa.

Pero claro, nosotros no estamos en guerra, con lo cual no podemos matar a nadie ni celebrar su muerte. Tenemos ministros de Defensa que se declaran pacifistas y más proclives a morir que a matar. Porque en el fondo se trata de eso ¿no?… Y al fin y al cabo, siempre nos queda el imperialismo yankee para hacer el trabajo sucio y nosotros nos encargaremos de envolver el resultado en eufemismos como “la desaparición” (que deberían producir cierta repulsión por las reminiscencias de lo ocurrido en el cono sur hace tres décadas…). Como en la película, “Tú asesina, que nosotros limpiamos la sangre”… con nuestra lágrimas de cocodrilo.

Casi habíamos completado el proceso de digestión de Gerónimo, cuando nos encontramos con la confirmación de que gran parte de la información relevante para la operación procede de las cárceles secretas de la CIA, en aplicación de procedimientos como la asfixia simulada. Otro sapo para los sacerdotes de la corrección política. Y todavía nos quedan por ver las imágenes de la cabeza agujereada del saudí…

Bendito occidente, presa de sus contradicciones, revuelto en sus sentimientos, víctima del éxito de su propio desarrollo moral e intelectual, que es la semilla de su propia decadencia. Osama ha desaparecido para siempre y con ello, la muerte ha muerto un poco.

Juan Carlos Olarra

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