No voy a entrar en quién empezó la guerra entre Intereconomía y La Sexta. Tampoco me importa. Pero sí diré que es una guerra estúpida. Y que, desde luego, no tiene ninguna gracia.
Es cierto que son dos televisiones menores en audiencia, que tienen todos los problemas económicos del mundo y que van pagando sus nóminas porque la primera encontró a un mirlo blanco que está poniendo los euros y la segunda porque sigue accediendo a créditos ilimitados de una banca obediente a las sugerencias de Moncloa.
Pero también es cierto que, radicalizadas ideológicamente, se dedican, como si se tratase de un juego divertido, a mofarse una de la otra. Incluso, llegando al insulto, en una programación absurda que sólo les interesa a ellos.
Parece como si la izquierda y la derecha más casposa de España hubiesen encontrado sus medios de comunicación respectivos y se dedicasen, de una manera moderna, a su eterno modus vivendi: tensar una cuerda que no deberían tensar. Y no deberían hacerlo porque, tras ese juego de mentecatos, no hay una guerra de audiencias, que podría ser aceptable. Tras esa estúpida guerra laten las dos Españas. Y eso es muy serio y peligroso.
Cualquiera diría que están rindiendo un homenaje a Zapatero por haberlas resucitado.
Pinocchio