viernes, abril 26, 2024
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Por ahí, no

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La idea de que aquello –la negociación política del Gobierno con ETA en 2006 y 2007- fue decisivo para los éxitos antiterroristas de hoy (que el ejecutivo socialista repite) no tiene sostén. El Gobierno fue entonces demasiado lejos, persuadido de que esa vez sí llegaba el final. Pero no solo. Le atrajo más la idea del diálogo que la mano dura de Aznar (pese a que habían firmado el Pacto antiterrorista). Era, en definitiva, una apuesta estratégica, de alcance. Una rectificación de su propia política.

Eso fue lo que produjo la fisura entre los dos grandes partidos. La filosofía del pacto era contradictoria con una negociación política con la banda; con aprobar la entrada del PCTV/EHAK en el Parlamento Vasco donde se cobijó la Batasuna ilegalizada. Cuando Zapatero llegó al poder, ETA cabalgaba ya hacia su declive. No había semana en la que no cayeran nuevos comandos.

Pero la negociación se hizo y, por fortuna, ETA fue la que se levantó de la mesa de Loyola en setiembre de 2006, cuando socialistas y Batasuna (el PNV era un convidado de piedra) acordaron la creación de un organismo vasco navarro que fuera después refrendado por la comunidad foral (para ello contaban con la influencia sobre el PSN) y refrendado después. Se borraron los límites de la legalidad. El empeño quedó enterrado en la T-4, pero no el proceso.

El gesto teatral de Antonio Hernando en la Comisión de Interior del Congreso al romper el documento de ETA en el que recrea el encuentro con los emisarios de Aznar (no hubo entonces una negociación política) es banal. Verdad o mentira, más allá de la literalidad, asusta la complicidad entre los interlocutores, el tuteo. La ligereza sobre la actuación de los jueces, la policía, el Faisán, o la confesión: “Que el Gobierno salga reforzado en las elecciones generales es imprescindible para implementar el proceso”. Era el año 2007. Y la queja ante los terroristas de la oposición al “proceso” del PP, las víctimas o los medios de comunicación.

No hay duda, siempre cantan. Pasó lo mismo en 30 abril de 2000, cuando ETA hizo público en el diario Gara su papel con los sellos de la organización terrorista junto a los del PNV y Eusko alkartasuna, en los que se comprometían a romper los acuerdos con los “destructores” de Euskadi, PP y PSOE; pese a que Arzalluz y Garaikoetxea negaran la evidencia. Conocen la debilidad de sus interlocutores.

Dice Rubalcaba, el ministro que hoy encarna la más firme posición antiterrorista del PSOE, que se siente “orgulloso de nosotros”, un plural que envuelve la responsabilidad en ese bucle de que aquello dio paso a esto. Pero sólo hay una vereda que consolide el pacto antiterrorista y cesen las interpelaciones. Más allá de la rectificación de las políticas está la autocrítica del discurso pasado. Aceptar que no hacía falta aquélla zanahoria para este palo.

Chelo Aparicio

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