viernes, abril 26, 2024
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Periodistas y mal juicio

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El síntoma más reciente de nuestro deforme complejo político-periodístico se presentaba esta semana, al conocerse la noticia de que el gabinete del congresista Darrell Issa, R-Calif., secretario del comité de la Cámara a cargo de investigar a la administración Obama, venía enviando en secreto la correspondencia mantenida con algunos periodistas a un escritor que prepara un libro acerca de Washington. Esto provocó un gran conflicto entre la prensa y miedo a que la salida a la luz de los correos electrónicos pudiera dejarles en evidencia como pelotas: hacer la pelota a Issa y a su gabinete con la esperanza de que la cobertura favorable se viera recompensada con alguna confidencia.

El episodio deja mal a todo el mundo. Issa, un caballero con competencias judiciales para citar, estaría obligando a su gabinete a trabajar como su publicista personal en lugar de desarrollar un trabajo honesto en interés público. El portavoz de Issa, Kurt Bardella, fue despedido con razón a causa de sus acuerdos poco transparentes con la prensa. Y los periodistas quedan en evidencia (o quedarán dentro de poco) como traficantes de influencias con los poderosos.

En medio de todo esto se sitúa el autor del libro, Mark Leibovich, del New York Times y amigo mío, que se dispone a publicar acerca de la cultura de esta ciudad y se ve arrastrado a esta disfuncional tragedia, que recuerda bastante a los reality malos de la televisión en los que la gente antepone su deseo de ganar a su honestidad y buen juicio.

Este episodio en concreto parte con Ryan Lizza, del New Yorker y otro amigo mío (¿ve lo que quiero decir con incestuoso?) que firmaba el perfil definitivo de Issa en enero, describiendo su trayectoria como ladrón de coches, entre otras cosas. Lizza también obligó a Bardella a hacer ciertas declaraciones sorprendentemente sinceras.

«Voy a convertir a Darrell Issa en una verdadera figura política», decía Bardella. «Voy a centrarme igual que un láser sobre los 500 que se preocupan aquí de esta basura, y punto en boca… para que Darrell pueda extender sus influencias aquí entre la gente que decide quién prospera, quién pierde puntos, quién gana y quién pierde».

Bardella también revelaba el desprecio hacia los periodistas, a los que describía como «tremendamente vagos. Hay ocasiones en las que les facilito la crónica y ellos la plagian al pie de la letra. Eso es vergonzoso. Se están acostumbrando a un momento que les exige menos calidad y más cantidad».

Lizza descubrió que Bardella venía compartiendo los empalagosos correos electrónicos de los periodistas con Leibovich. Lizza no incluyó la anécdota porque Bardella no estaba en su punto de mira, pero corrió el rumor tras unas confidencias periodísticas de cama después de que Lizza lo mencionara en el transcurso de unas conversaciones informales, rumor que con el tiempo llegó al Político. Esa publicación ha hecho más que ninguna por poner de actualidad el nombre de Issa, con crónicas como «Issa pretende desenmascarar acuerdos sanitarios» o «Los tres objetivos preferentes del Sheriff Issa».

Vayan poniéndose cómodos: la cosa se va a poner más caliente. Los periodistas del Político estaban haciendo preguntas el viernes acerca de sus correos electrónicos remitidos a Leibovich, pero la noche del sábado se fueron de fiesta con Leibovich al American Legion Hall en el Capitolio con motivo del 40 cumpleaños del editor ejecutivo del Politico, Jim VandeHei.

Unas cuantas horas antes de la fiesta, Leibovich recibió una llamada telefónica del editor jefe del Politico, John Harris – que, junto a VandeHei y al periodista Mike Allen, solían trabajar en el Washington Post con Leibovich (¡y conmigo! ¡Todo queda en casa!). «¿Esto no puede esperar hasta la fiesta de VandeHei?» bromeaba Leibovich con Harris.

La propia fiesta fue un encuentro entre políticamente poderosos. El congresista Paul Ryan, R-Wis., y el funcionario de la Casa Blanca Austan Goolsbee se unieron a personas de la talla del periodista Bob Woodward y la figura televisiva Tom Brokaw en un vídeo homenaje a VandeHei. La fiesta tuvo una crónica de 600 palabras, que incluía la asistencia de Leibovich, en la sección Político Playbook de Allen al día siguiente.

También el domingo, Harris, del Politico, escribía a Issa pidiendo una investigación de la salida a la luz «patentemente nada profesional» de los correos electrónicos. El lunes, el Politico publicaba una crónica acerca de la polémica firmada con Marin Cogan, amiga de Lizza.

Hasta donde entiendo, los correos electrónicos no van a dejar en buen lugar al Politico suponiendo que Leibovich los saque a la luz. Podría haber motivo de vergüenza para otras publicaciones, incluyendo The Post, que dieron jabón a un Bardella que tiene 27 años como parte de una cultura en la que los periodistas proporcionan de forma implícita cobertura positiva a cambio de informaciones de última hora.

Pero esto no tiene nada de primicia. Las informaciones con las que Bardella alimentaba a la prensa eran aperitivos «de exclusiva» de anuncios diseñados para dar buena imagen a Issa. Ahora que Bardella ha sido despedido, Issa ha sido avergonzado y unos cuantos periodistas están a punto de ser humillados, sería un buen momento para que aquellos encargados de cubrir la actualidad recuperen una cierta independencia de aquellos que son noticia.

Dana Milbank

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