viernes, abril 26, 2024
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Obama encara el viento en contra

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Saque sus Wonderbras y sus cintas VHS de «Forrest Gump». Me da que 1994 vuelve.

La popularidad del presidente Demócrata ronda hoy, igual que entonces, un humilde 44%. Los pronósticos vaticinan que su formación pierde alrededor de 50 escaños en la Cámara y ocho en el Senado — más o menos lo mismo que en el 94. Los electores hoy, como entonces, tienen un ánimo abatido, y algunos Demócratas vuelven a tener miedo a ser fotografiados junto al impopular presidente.

Pero el parecido más extraño podría encontrarse en los discursos del Presidente Obama. Mientras recorre el país haciendo discursos, ha cogido el discurso de campaña de Bill Clinton de 1994 — en algunos casos, textualmente.

«Depende de vosotros recordar que estas elecciones dependen de una elección», decía Obama en un discurso reciente. «Se trata de una elección entre el pasado y el futuro; una elección entre esperanza y miedo; una elección entre volver atrás y avanzar. Y no sé vosotros, pero yo quiero avanzar. No quiero retroceder».

Compare eso con este pasaje común con Clinton sacado del 94: «Señoras y caballeros, estas elecciones, en todo América, representan una elección, una elección entre esperanza y miedo… entre si avanzamos o volvemos atrás. Creo que conozco la respuesta a eso. Deseáis seguir avanzando».

Obama incluso ha ampliado la metáfora automovilística de Clinton del 94. El modelo de Clinton: «Ya sabéis, si vais conduciendo y hay un montón de porquería en el parabrisas, podéis creer que se hace de noche cuando brilla el sol… Eso es lo que han hecho ellos. Han puesto un montón de porquería en el parabrisas de América. Nosotros tenemos que limpiarlo de aquí al martes. ¿Vais a ayudar? ¿Vais a hacer vuestra parte? ¿Vais a avanzar? Pensad en ello de esta forma: cada uno de vosotros está sentado al volante».

Según el modelo de Obama, los Republicanos metieron el vehículo en una zanja y estaban «haciendo el afilador, arrojando tierra a nuestra cara, pero nosotros seguimos empujando el vehículo. Finalmente sacamos este vehículo. Y, sí, está un poco deteriorado… Pero apunta en la dirección correcta. Y ahora tenemos a los Republicanos llamando nuestra atención, diciendo, ‘queremos recuperar las llaves’. No podéis coger las llaves. No sabéis conducir. Podéis viajar con nosotros si queréis, pero tendréis que sentaros atrás. Vamos a sentar a la clase media de América en el asiento del pasajero… Yo voy a avanzar, con todos vosotros».

Es una triste ironía para Obama que la historia versifique de forma tan parecida. El caballero que iba a cambiar la política tal como la conocemos, y que se empeñó en evitar los errores de Clinton, termina ahora reviviendo uno de los momentos peores de esa presidencia. Como le gustaba decir a la madre de Forrest Gump, «La vida es como una caja de bombones…»

Pero Obama, en su favor, no se esconde del bofetón que su presidencia está a punto de recibir. Sus asesores y él han aceptado que los resultados del martes se van a considerar universalmente un referendo a su dirección, y viene mostrándose de forma prominente en el recorrido de la campaña.

Durante el verano, los Demócratas mantuvieron la respuesta de que se trataban de unos comicios a nivel local siempre que eran preguntados si el 2 de noviembre iba a ser o no un referendo de Obama. Pero el referendo ya no se puede negar. En un sondeo Fox News/Opinion Dynamics dado a conocer este mes, el 29% de los encuestados afiliados a un partido decían tener más probabilidades de votar al candidato que apoya a Obama y el 31% decía que votaría probablemente en contra de un candidato así, superando con holgura al 38% que dice que Obama no es un factor de la decisión.

De ese entorno, Obama no se puede esconder — y no ha intentado hacerlo. Ha celebrado hasta la fecha 69 actos de recaudación de fondos este año y 12 mítines políticos, habiendo programados cinco más en los próximos días. Eso, según las estadísticas calculadas por Mark Knoller, de CBS News, le sitúa ligeramente por delante de los 15 mítines que celebró un George W. Bush en horas bajas en 2006.

No es un ritmo agotador (Bill Clinton ha celebrado 107 actos de candidatos este año), pero el zigzagueo de Obama por la nación es el testimonio de que su nombre figura en las papeletas en cualquier sentido menos en el literal.

Clinton se marchó hasta Oriente Próximo para realizar una visita de cinco días justo antes de las elecciones de 1994 — y de todas formas le llovieron por todos lados. Obama podría estar destinado a repetir la experiencia de Clinton, pero por lo menos no se ha rendido a la evidencia. 


Dana Milbank

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