¿Se puede establecer un protocolo que prohíba los abucheos? No, salvo que las Fuerzas Armadas desfilen a partir de ahora sólo para altas instituciones del Estado, políticos y periodistas. Tal vez esta fórmula tranquilizaría al Gobierno pero dejaría la Fiesta Nacional en un pase privado de uniformes militares.
¿Se pueden justificar los silbidos en aras de la libertad de expresión? Tal vez, pero entonces hay que aguantar a los ciudadanos, liberados sindicales o no, que increpan a los políticos cuando inauguran, por ejemplo, hospitales públicos con gestión privada.
La idea de Carme Chacón de reunir a los partidos para pactar un protocolo pensando en los que se saltan el protocolo a la torera no parece que pueda llegar a nada. Es de suponer que por eso Mariano Rajoy la ha calificado de “surrealista”. Pero habría que recordar al líder del PP y a su entorno que lo del martes no fue consecuencia de no haber metido antes en cintura a los que queman la bandera española en Cataluña, como sostienen.
Los periodistas que han cubierto el desfile del 12 de octubre recuerdan abucheos desde que José Bono era ministro de Defensa. Lo sangrante de este martes es que los patriotas silbaron mientras viudas y huérfanos lloraban a quienes dieron sus vidas por defendernos a todos.
Del espectáculo del martes se escandalizaron, por ejemplo, Rosa Díez y Javier Rojo, que percibieron la misma violencia que ellos han aguantado en Euskadi por parte de los que también se consideran patriotas. El Rey y el magistrado Carlos Dívar, poco sospechosos de ser progres de izquierda, también se avergonzaron. Confiemos en que la asignatura de Ciudadanía evite estos espectáculos dentro de unos años. Aunque vuelva a gobernar el PSOE.
Luz Sanchis