viernes, abril 19, 2024
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Una Fiesta Nacional cívica

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¿De quién y para quién es la fiesta del 12 de octubre? Tras los pitos al presidente Zapatero, la ministra de Defensa, Carme Chacón, quiere cambiar el formato de la Fiesta Nacional. Pero más que el protocolo es necesario cambiar el carácter de una fiesta demasiado militarizada y atrapada por herencias que levantan suspicacias o hacen que algunos vindiquen el viejo día de la hispanidad.

Frente a la celebración republicana del 14 de julio en Francia o al festivo y cívico Día de la Independencia del 4 de julio norteamericano, la fiesta nacional está vinculada a la unificación territorial bajo los Reyes Católicos y a la conmemoración de la llegada de Cristóbal Colón a América. Su finalidad es “recordar solemnemente momentos de la historia colectiva que forman parte del patrimonio histórico, cultural y social común, asumido como tal por la gran mayoría de los ciudadanos”, según la ley de 1987 que la reinstauró tras el abandono de la hispanidad por un recurso de la Generalitat de Cataluña en 1982.

Pero en esa ley breve resuenan aún los ecos imperiales que el escritor Ramiro de Maeztu glosó cuando promovió la fiesta de la hispanidad, acogida por los falangistas e institucionalizada por la dictadura de Franco durante tantos años.

Más que el formato o el protocolo para evitar pitos, la Fiesta Nacional requiere un cambio de concepto para hacer copartícipes a ciudadanos ahora más preocupados por cómo cae el puente. Abandonar los desfiles militares más propios del Día de las Fuerzas Armadas, una herencia no obligada por la ley reguladora de la fiesta, y convertirla en una celebración ciudadana, democrática y plural de un patrimonio común en que tantos ciudadanos puedan reconocerse.

Los países viejos tienen esos achaques. Les cuesta encontrar un momento de celebración compartido por todos. Despojar a la fiesta nacional de tanta arma y tanto olor a viejas glorias ayudaría. Más presente y más futuro, sin tanto pasado. La solemnidad del día no debería confundirse con el militarismo cuando los ejércitos nacionales profesionalizados ya no son la institución que une a los ciudadanos.

Reconstruir la fiesta con visión cívica, de celebración plural de un estado autonómico, rico y complejo, con una historia y una lengua común compartida con los pueblos americanos es un objetivo más loable y enriquecedor que silenciar pitos.

Juan Varela

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