“Ni cambio ni bandazo”, dice el presidente Rodríguez Zapatero, pero sería más útil que, en vez de justificar lo que ya es injustificable, se pusiera a la tarea que aún le queda. Y a explicarla. Y a pactarla. Desde luego, no sirve de nada envolver todo lo que ha pasado en los últimos meses (y en la abrupta rectificación de hace unos días) en una suerte de acomodación constante -y en ocasiones urgente- a “las circunstancias”. Es precisamente la absoluta inadecuación a las circunstancias lo que ha ido empeorando las cosas y lo que ha obligado a nuestros socios europeos a exigirle al presidente Rodríguez Zapatero un cambio radical para evitar un contagio que no sólo será lamentable para nosotros, sino también para ellos.
La intervención de Cajasur, pocas horas antes de esa muestra más de inmovilismo (incluso retórico), es una prueba de que el diagnóstico real, el que debería llevar a la acción, está al margen de las verdaderas circunstancias. Hay, como es evidente, serios problemas de solvencia en algunas entidades financieras y las hay, agravadas, después de haber estado perorando sobre la solidez del sistema financiero, de haber negado la necesidad de reformar la Ley de Cajas, de haberse resistido a eliminar la politización de las cajas por las comunidades autónomas -que desgraciadamente van a ser, por irresponsabilidad, un grave problema en vez de una solución razonable-, de tener que acudir al PP para, con retraso, rectificar con retraso sobre lo evidente y sólo parcialmente.
Resulta todo tan cansino como grave y el presidente, al parecer, se empeña en seguir justificándose y actuar únicamente cuando es obligado desde fuera. Que la “reacción” gubernamental tenga que ser a estas alturas afirmar que es progresista gastar más y al mismo tiempo ahorrar o de izquierdas subir los impuestos y bajarlos resulta patético. Sobre todo cuando, mientras, el país se va desangrando, que, puestos a ser claros, sí que es la verdadera circunstancia.
Germán Yanke