jueves, abril 25, 2024
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Arte y oficio de comunicar

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Al menos desde Larra los periodistas no ignoramos que el arte de la comunicación se basa en postulados tan sencillos como saber lo que se quiere decir, decirlo brevemente y, sobre todo, decirlo sin circunloquios. O, lo que es lo mismo, informar sin generar confusión sobre la noticia que se desea transmitir a la opinión pública, de suerte que el mensaje sea inequívoco y los datos exactos.

Todo esto lo da el oficio. En las Facultades de Ciencias de la Información se aprenden las herramientas básicas de la profesión y los fundamentos generales para circular por el mundo de la comunicación. Pero no espere ningún estudiante que el título de licenciado vaya a ser como la patente de corso de buen periodista. Los mejores que en el mundo han sido se enseñaron y se hicieron maestros en la brega diaria de las redacciones y en la calle, las mejores escuelas de este trabajo sin cuartel que nos seduce desde que firmamos la primera crónica.

Resulta verdaderamente sorprendente que los Gobiernos de España, uno tras otro, adolezcan de eficaces comunicadores. Espectáculos de declaraciones y desmentidos y vuelta a empezar, como el ocurrido en el caso de la subida de impuestos a los ricos, se dan con harta frecuencia, de manera que el presidente insinúa tal medida y a continuación al menos tres de sus ministros se enzarzan en una serie de manifestaciones a la prensa de las que se puede colegir que sí o que no, incluso todo lo contrario. Tal es la ambigüedad y la escasa propiedad con que tantos asuntos de relevancia pública llegan a los micrófonos o a las cuadernos de los plumillas.

El Gobierno de Felipe González tuvo dos excelentes portavoces en las personas de Javier Solana y de Alfredo Pérez Rubalcaba. Los Gobiernos de Aznar fueron un prodigio de pésima comunicación, cuestión que no ha sabido enmendar Zapatero, pese a la buena voluntad que pone Teresa Fernández de la Vega. Muchos de los charcos en los que se mete el Ejecutivo se evitarían si en la Moncloa salieran a informar cada viernes competentes profesionales de la comunicación, que haberlos haylos.

Por la Secretaría de Estado de Comunicación, con Rodríguez Zapatero, han pasado periodistas de probada cualificación, desde Miguel Barroso y Javier Valenzuela a Nieves Goicoechea y Félix Monteira, actualmente en el cargo. Sin embargo, su labor suele estrellarse frente a razones de índole política y uno tras otro, frustrados y hasta enojados, abandonan la Moncloa cuando al poco comprenden la inutilidad de sus funciones y son conscientes del mal papel que hacen ante sus compañeros de profesión.

No es imaginable que cualquier periodista conocedor de su oficio, y los mencionados lo son, pueda caer en el ridículo de sus superiores originando un lío informativo que a la gente del oficio nos lleva a hilaridad. La repercusión de lo que se dice, y cómo se dice, por parte de las voces autorizadas del Gobierno, tiene inmediato eco y repercusión en la opinión pública, pero antes incluso lo tiene entre los periodistas que han de trasladar a sus medios la jeroglífica información facilitada de fuente oficial.

En otros países de nuestro entorno los portavoces son profesionales de la información o personas con experiencia bastante en el arte de comunicar. Es el caso de Luc Chatel, ministro de Educación y portavoz del Elíseo; de Robert Gibbs en la Casa Blanca o de Thomas Steg en el Gobierno Federal de Angela Merkel. Los tres tomados como ejemplo de eficacia en su tarea están baqueteados en las relaciones con los medios de comunicación y raramente permiten que sus comunicados o declaraciones sean desmentidos por otro miembro del Gobierno. Concretamente, a Robert Gibbs, mano derecha de Barack Obama en su campaña electoral del 2008 y actual secretario de Prensa en la Casa Blanca, se le tiene por uno de los mejores especialistas del mundo en la materia, y a su buen trabajo se debe el éxito popular del cuadragésimo cuarto presidente de Estados Unidos.

Los rigores de la crisis se han visto aumentados ante la opinión pública española por las carencias del Gobierno en lo tocante a la comunicación. Arte y oficio de manera indisociable, el Ejecutivo debería cuidar con más esmero su relación con los medios, así como la coordinación de los ministros a la hora de informar de asuntos de tanta trascendencia. La mano experimentada y conocedora del paño de un periodista se echa a faltar en la primera línea de comunicación del Gobierno. Ahora, y desde hace muchos años.

Francisco Giménez-Alemán

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