Miguel Delibes ha muerto. La noticia ha llenado numerosas páginas y minutos en casi todos los medios de comunicación. Lógico si consideramos que fue el más importante novelista español de la segunda mitad del siglo XX. A pesar de ello, la mayoría de los muchos que se han dignado escribir sobre el genial vallisoletano le «reducen» a un escritor de la Castilla rural que, una vez, experimentó con Cinco horas con Mario. Pero Delibes fue mucho más:
– Pocos como él dominaron la lengua castellana. En cada una de sus páginas impuso un magisterio espléndido sobre cómo funciona y cómo debe usarse este idioma maravilloso, seguramente el segundo en importancia en el mundo, si exceptuamos dos o tres regiones de la propia España.
– Delibes, como los grandes narradores, no se limitó a una sola manera de contar historias. Novelista excelso, es cierto que en El camino o Las ratas contó de una manera sencilla, tradicional. Pero no podemos olvidar que, aparte del genial monólogo novelesco de Cinco horas con Mario, hay novelas suyas muy novedosas. Por ejemplo, en La guerra de nuestros antepasados «transcribe» entrecortadamente una conversación entre un hombre de pueblo y un psicoanalista. La prosa de El príncipe destronado es rauda, imparable, novedosa, ágil, diferente a la del resto de sus novelas. Delibes, en la línea de Baroja, probó numerosos caminos antes de establecer la voz que le elevó a las más altas cotas de la Literatura Universal, especialmente en Los santos inocentes, Mujer de rojo sobre fondo gris y El hereje.
– Delibes fue el último gran novelista español que retrató fidedignamente su tiempo. Cervantes inició este camino que, vía Inglaterra -la tradición del Quijote enraizó mejor en aquel país, donde novelistas como Daniel Defoe, Jonathan Swift, Henry Fielding, Laurence Sterne poblaron el siglo XVIII de obras maestras de la novela para que Jane Austen y Thackeray abrieran el siglo XIX a su completa plenitud-, fue recuperado por Galdós -gran admirador de Dickens y Shakespeare, también en esto único y pionero en España-, Pardo Bazán o Pedro Antonio de Alarcón, maestros de los siguientes cronistas de nuestra sociedad, de nuestros hombres y maneras, entre los que destacan Pío Baroja, Unamuno, Blasco Ibáñez, Max Aub y muchos otros, y de los que fueron descendientes directos Cela, Ignacio Aldecoa o el propio Delibes.
Delibes, así, puso sobre el papel cómo era la sociedad de su tiempo. Muchos dicen que en literatura expresó el malestar general ante el franquismo. Nada más lejos de la realidad. En sus libros muestra la sociedad de la época tal cual era, sin alardes ni tendenciosidades. Por eso fue un escritor único. Y, como ahora no hay herederos de esa forma de narrar, contando historias que transcurren en un tiempo cercano al novelista para así mostrar cómo es lo cotidiano de su contemporaneidad, con Delibes muere la mejor etapa de la novela española, esa que nació con Galdós y termina en 2010.
Sinceramente, no incluyo a Miguel Delibes entre mis escritores favoritos. Siempre me pareció frío en exceso. Tan solo su Mujer de rojo de fondo gris, un homenaje a su esposa fallecida, me parece una obra inolvidable, un libro que volver a releer en cuanto surja la ocasión. Sin embargo, Delibes es un escritor imprescindible, altamente recomendable, necesario en cualquier persona que quiera entender de qué va eso de la novela. Recorrer sus libros es un ejercicio magistral para aprender castellano, a narrar bien y conocer cómo era antes la narrativa.
Adiós a un genio. Que lo fue precisamente porque no lo pareció. Como Baroja, su único parangón en la novelística española del siglo XX (1). Como Galdós y Quijote, sus más grandes antepasados.
P.S.: Muchos preferirán a Cela. Personalmente, encuentro que Delibes tiene una obra más homogénea, repleta de libros que regalar o recomendar. Porque nada en Delibes es demasiado «elevado», ininteligible. Fue un novelista de lo humano, entiéndase esto en su sentido más amplio.
Daniel Martín