lunes, mayo 6, 2024
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Las nuevas solteronas

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Uno creía que lo de las solteronas pertenecía al siglo XX. La evolución de la mujer dejó la palabra afortunadamente en desuso y únicamente quedó como testimonio la canción de Serrat La Tieta, que definía con enorme ternura la vida de esas antiguas señoritas.

Pero ya avanzado el nuevo siglo resulta que hay unas entidades que se comportan como ellas: son las Cajas de Ahorros.

Oigan: que no se casan ni para atrás. Que si a la pareja elegida le gusta la montaña y a la otra el mar. Que no quieren pasar las navidades en otra casa que no sea la suya. Que una es muy tradicional pero la otra es muy moderna. Que hay una que presume de cocinar bien la paella y sin embargo le sale sosa, sosa. Excusas y más excusas.

El Gobierno podrá tener otros defectos, pero en este asunto está actuando con infinita delicadeza. Primero aprobó los matrimonios del mismo sexo. Luego se ofreció a ayudar para que tengan un buen ajuar e incluso una dote generosa. No pone obstáculos para elegir el rito matrimonial. Bueno, pues todos esperando. Incluso en Bruselas.

Parece ser que algunas han llegado a tener cierta intimidad prematrimonial. No deseo profundizar. Uno es un caballero. Pero el asunto no avanza como debiera, sumido entre mutuas acusaciones de que roncan por la noche, lo cual les imposibilita conciliar el sueño y el romanticismo.

Supongo que en el Ministerio de Economía, ya desesperados, están planteando la posibilidad de fletar un crucero romántico e invitar, o exigir su asistencia, a todas ellas en este love boat gubernamental.

Pero ellas son así: felices en su medio ambiente. Respetadas por la gente que les interesa, ya que el resto del mundo no existe. Organizan meriendas para sus sobrinos. Se ponen mantilla en las fiestas patronales y no se pretende otra cosa más de esta vida. Por lo menos mientras ellas duren. El futuro no les interesa. Eso es un problema para sus herederos.

Lo curioso es que por esta senda van a hacer cierto lo que dice el lenguaje popular: «Se van a quedar para vestir santos». Eso ocurrirá cuando, por necesidad, sus edificios institucionales en cada ciudad se conviertan en grandes almacenes y las sucursales en boutiques de moda.

Los santos, por supuesto, seremos nosotros.

Paco Fochs

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